Opinión

La mortalidad materna

La mortalidad materna

Cuando era directora de educación y entrenamiento de Profamilia y Rosa Rita Alvarez era mi asistente, encargada del programa con adolescentes en Santo Domingo Este, decidimos iniciar una jornada de capacitación de las enfermeras en planificación familiar. Ello implicó conocer las escuelas de enfermería y el inicio de nuestra comprensión de por qué hay tantos problemas con las enfermeras y por ende con los y las pacientes de los hospitales.

Ambas teníamos informes sobre el maltrato a que eran sometidas las parturientas por parte de médicos y enfermeras y enfermeros, molestos con “la gritería” de las mujeres al borde de dar a luz y los comentarios soeces con que muchas veces respondían a las solicitudes de ayuda…”No pensaste en eso cuando estabas en aquello… etc. etc.”

Lo que constatamos fue una falta de empatía y de ternura con las pacientes que era de esperar, dadas dos situaciones que son de difícil resolución: una, el origen social de las enfermeras, quienes a su vez han sido y son víctimas permanentes de maltrato desde la infancia; y generalmente desconocen la ternura, y dos, la naturaleza de las escuelas de enfermería, generalmente cuchitriles dirigidos por psicópatas sociales.

En la primera a la que asistimos una especie de guardián le gritaba a las enfermeras todo el tiempo y yo miraba a aquel sordo real, o potencial, con horror. Un grupo de muchachas inermes ante el abuso se dejaban maltratar, porque tanto la enfermería, como el magisterio, se han convertido en la única escalera social a una profesión, más allá del servicio doméstico o la prostitución, de las muchachas más pobres, con toda su carga de incultura, maltrato, mala educación, cansancio, y afanes cotidianos.

Yo inicie la jornada hablando muy bajito, lo cual obligo al energumeno a callarse y en un momento dado levante la voz lo más que puede, para cerciorarme de que ninguna era sorda y hablar del derecho de ellas a ser tratadas como seres humanos, no como vacas en arreo. Creo que el tipo no entendió nada, pero por lo menos se callo.

Creo que en el origen social del personal médico y en su incultura general radica en mucho el problema de la mortalidad materna, que no se debe a falta de instalaciones médicas sino a errores en el servicio médico. Tengo una trabajadora luchando con el daño cerebral que le provocaron a su nieto en el parto, por la infinita brutalidad de una supuesta médica que pospuso hasta lo imposible el parto de una muchacha. Si fuese en Estados Unidos estaría presa.

Para el año 2015 tenemos como objetivo bajar la mortalidad materna a 47 por cada cien mil niños nacidos vivos. Ahora la tasa, una de las mas altas de América Latina, es de 159. La nueva ministra ha empezado bien, nombrando a una ginecóloga, Lilian Fondeur, cuya solidaridad con las mujeres es la primera motivación.

El Nacional

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