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La muerte del general Desiderio Arias

La muerte del general Desiderio Arias

Por: Angel Berto Almonte

 

MAO, VALVERDE.-La mayor parte de los textos que refieren la muerte del general Desiderio Arias ha acogido acríticamente el supuesto de que pereció cuando se sublevó contra el incipiente régimen de Trujillo. En realidad, Arias solo se rebeló en los últimos días de abril de 1931, luego de haber acompañado a Trujillo en un recorrido por la línea noroeste, como respuesta a los embates que sufrió de la incipiente pero feroz dictadura.

Las contradicciones entre Arias y Trujillo se revelaron temprano, como era lógico. En octubre de 1930, y ante los planes de Trujillo de formar un partido único, Arias publicó una carta en los periódicos en la que exhortaba a todos los militantes del Partido Liberal a mantener su fidelidad al mismo.

En este sentido, fue el único dirigente político, como lo ha destacado Bernardo Vega, que se opuso al designio oficialista de instituir un partido único, que en principio se llamó Gran Partido Unionista. Probablemente con fines propagandísticos, Trujillo publicó enormes listados de supuestos adherentes a dicha entidad.

En los primeros días de noviembre de 1930 se produjo la renuncia de José Manuel Jimenes (padre de Juan I. Jimenes Grullón) como secretario de Fomento y obras Públicas, el único aliado de Arias que permanecía en el Gobierno.

Los organismos de inteligencia norteamericanos interpretaron este hecho como el principio del fin. Durante todo el mes de diciembre de ese año las relaciones entre Arias y Trujillo se tornaron extremadamente tensas, por lo que el primero intentó entrevistarse con el agregado naval norteamericano, Thomas (Tommy) Watson, a fin de solicitarle su mediación ante Trujillo.

Al fracasar estas gestiones, Arias solicitó protección al señor John Moors Cabot, primer secretario de la Legación Norteamericana, quien lo visitó e impidió que el coronel Leoncio Blanco lo apresara. La situación se tornó angustiante para Arias, y el contenido de una carta que le envió a Trujillo en diciembre de 1930 revela que se hallaba virtualmente acorralado:

“Ante la situación, para mí inexplicable, en que me encuentro frente a usted me valgo de esta carta, puramente privada, para pedirle que me oiga algunas explicaciones, si son necesarias, o que usted me las dé a mí ya que ignoro de la manera más sincera los motivos que originan el distanciamiento que nos separa hasta en nuestras relaciones personales. Quiero que si usted tiene algo sobre lo cual pueda acusarme que me lo diga para salir de este mar de dudas en que vivo y hasta para su propia satisfacción si una explicación de mi parte le convence de la lealtad con que he venido sirviendo al Gobierno y a usted. Personalmente”. Posteriormente, y al parecer por intrigas del vicepresidente Estrella Ureña, el capitán Miguel Ángel Paulino, jefe de la temeraria banda de facinerosos denominada «la 42», lo apresó y lo condujo ante Trujillo. Luego del forzado encuentro las relaciones entre ambos mejoraron sustancialmente, hasta el punto de que Arias se comprometió a realizar una declaración pública a favor del déspota, pero en lugar de esto, y ante el clima de inseguridad predominante optó por refugiarse en Haití, de donde retornó luego que le otorgaron garantías de seguridad. Entre enero y marzo de 1931 las relaciones entre Arias y Trujillo se mantuvieron en relativa armonía, a juzgar por la participación del primero en el tradicional desfile militar del 27 de febrero de este año, donde se exhibieron un conjunto de armamentos (ametralladoras y rifles) adquiridos recientemente por el dictador.

En marzo, y ante las informaciones que le proporcionaron los servicios de inteligencia, Trujillo trasladó el Gobierno a Santiago, incluyendo el congreso, y permaneció en esta ciudad hasta fines de junio. Pero en abril de este año el general Arias decidió articular un movimiento revolucionario, y congregó un considerable contingente de seguidores dotados de pocas armas, incluyendo algunos oriundos de Cañongo, Dajabón, comunidad en la que residió durante su juventud.

En abril Trujillo envió una primera comisión a la loma el Sillón de la Viuda de Gurabo a entrevistarse con el senador Arias, conformada por Federico Rodríguez y su hermano, el diputado por la provincia de Montecristi Juan I. Rodríguez, a quienes el general Arias les planteó sus principales demandas.

El 1 de mayo se designó una segunda comisión mucho más amplia, integrada por personalidades relevantes como Jacinto B. Peynado, secretario de Interior y Policía; Mario Fermín Cabral, presidente del senado; Max Henríquez Ureña, superintendente general de Enseñanza y el gobernador de Montecristi.

El senador Arias les planteó condiciones especiales para abandonar su refugio en las montañas, relativas a su seguridad personal, a la de los integrantes del Partido Liberal, al cese de la cruel represión que llevaba a cabo el ejército y a la necesidad de instituir un gobierno democrático liberal, lo que disgustó al tirano y colocó las negociaciones en un punto muerto. En este contexto solo se vislumbraba un enfrentamiento armado.

Pero se designó una tercera comisión, conformada esta vez por el Dr. Federico Rojas, el mayor Leoncio Blanco y Federico Rodríguez, quienes recibieron instrucciones específicas Trujillo en Montecristi, y esta vez lograron persuadir al senador Arias para que se entrevistara con Trujillo en los primeros días del mes de mayo. Continua en la próxima entrega. El material de este trabajo fue cedido a EL NACIONAL por el historiador y catedrático Maeño, licenciado Rafael Darío Herrera Rodríguez.

 

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