Opinión

La poeta acadiana

La poeta acadiana

Revisando entre papeles viejos me encontré con un trabaja escrito en los años en que cursaba mi primer año en la universidad y que reproduzco tras considerarlo interesante para los estudiantes, además de tratarse de una lectura que creo contribuye a desintoxicar el espíritu.

La princesa acadiana Enheduanna, hija del rey Sargón, que gobernó Acadia en el año 79 antes de Cristo, y a quien se atribuye haber creado el primer imperio del mundo, entre Persia y el Mediterráneo, es la primera persona que une nombre y obra preservados en la historia de la literatura.

Escritos atribuidos a ella aparecieron grabados en tabletas cuneiformes del temprano primer milenio: “Mi madre sacerdotal me concibió; secretamente me trajo al nacimiento; me colocó en un arca e hizo trabar mi puerta”, reza uno de los que fueron considerados sus primeros versos.

Me confió al río, que no me hundió. El río me trajo hasta Akki, el labrador, quien me condujo a ser su hijo… Durante mi jardinería, la diosa Ishtar me amó, y durante cincuenta y cuatro años mío fue el Reinado”.

Los poemas de Enheduanna están dirigidos a la diosa Sumeria del amor, Innana: le habla a una deidad que a veces trae la felicidad y a veces el desastre sobre la tierra.

Estas 7 estrofas pertenecen a un sólo poema, llamado “La exaltación de Enheduanna a Innana”, que contiene un total de 18.

Representan una muestra parcial de su estilo poético, y pueden completarse en una segunda presentación, más adelante.

Pero ahora, me he atrevido a agregarle otras versiones, ya que una escritura en una lengua tan antigua (y ‘muerta’, como se las llama cuando ya no las habla nadie) seguramente debe originar distintos ritmos, composiciones (son himnos, cantos, no hay que olvidarse de eso tampoco) y estilos.

La idea de este trabajo es dar a conocer algún rostro en medio de las palabras.

Un rostro facilita o debería tender a hacerlo- asociar las palabras con un cuerpo viviente: traer de un fuerte soplido de la memoria del mundo algo muy lejano y olvidado, al presente.

El Nacional

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