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La posverdad

La posverdad

El derroche del goce es un neologismo que describe la distorsión deliberada de una realidad, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales en la que los hechos objetivos tienen menor influencia que apelaciones a las emociones y creencias personales.

Los bocinazgos en los medios de comunicación en dominicana, de algunos periodistas, comunicadores que venden al mejor postor, sus comentarios, análisis sociales o políticos por pautas de anuncios publicitarios de instituciones gubernamentales y/o privadas, desconocen que la elevación espiritual moral, ética de la libertad del periodista está en elevar la responsabilidad profesional-social, constantemente, y de buscar siempre la verdad en las explicaciones e interpretaciones de los hechos. Garantía de honestidad y veracidad humana.

Colijo, que en cultura política, se denomina política de la posverdad (o política posfactual) a aquella en la que el debate se enmarca en apelaciones, a emociones desconectándose de los detalles de la política pública y por la reiterada afirmación de puntos de discusión en los cuales las réplicas -los hechos- son ignoradas. Ojalá que las autoridades dominicanas no se equivoquen e ignoren la verdad de Los Papeles de Faride.

La posverdad difiere de la tradicional disputa y falsificación de la verdad, dándole una importancia secundaria. Se resume como la idea el que algo aparente ser verdad es más importante que la propia verdad.

Para algunos autores, la posverdad es mentira (falsedad) o estafa encubierta con el término políticamente de posverdad, que ocultaría la tradicional propaganda política y el eufemismo de las relaciones públicas y la comunicación estratégica como instrumentos de manipulación y propaganda.

Este fenómeno mentiroso se atribuye a David Roberts, a través de la revista electrónica Grist, el 1 de abril, 2010; en la que definió como cultura política de opinión, y publicó, narrativa de los medios de comunicación con total desconexión de la política pública y legista.

Con un falso equilibrio mediático y creciente ubicuidad de los medios sociales.

En 2004, Ralph Keyes, intelectual, usó el concepto: Era de la posverdad, en un libro The post-truth: Dishonesty and deception in contemporay life (Deshonesto y engaño en la vida contemporánea).
En ese año, Eric Alterman, periodista estadounidense, descubrió: el ambiente político de la postverdad, y acuñó el término: presidencia de la posverdad, en sus análisis de las declaraciones engañosas y erráticas de la presidencia de George Walker Bush, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Me adhiero a expertos en técnicas de persuasión donde destacan un modelo de la industria publicitaria de la comunicación política, de la crisis de confianza y deshonestidad que se asocian a la posverdad.

Martín Caparrós, periodista y escritor argentino, explica que es propaganda, instrumento de manipulación y control social. Edward Bernays, experto propagandista, precisa que eso es relaciones públicas para diluir negatividades de la propaganda.

En tanto, la posverdad, tiene un uso de conspiracionismo, aplicado como palabra de moda en una amplia gama de culturas políticas. The Economist la ha hecho nacer en Australia, Alemania, Corea del Norte, Polonia, Rusia, Turquía, Reino Unido y Estados Unidos de América. Aún más, en 2016 en la campaña presidencial de Donld John Trump, por periodistas, columnistas y académicos de ciencia política e historia de Harvard University.

Igualmente, en el referéndum del 2016 de la permanencia en la Unión Europea en el Reino Unido. Lo prístino de la verdad informativa retrocede a su estado primitivo. Por ello, la homeóstasis es cada vez más evidente en editores de medios comunicacionales nacionales y extranjeros.

Sabemos de los conocimientos agigantados o vanguardistas (avant garde) de estos tiempos, pero que las metáforas, manipulaciones, falsos relatos, proyectos, políticas nebulosas, en fin, hay que combatir estos nuevos modelos de percepciones negativas, para que tengamos ciudadanos más críticos o perceptores de verdaderas y reales noticias en nuestra sociedad libre y posible.

El autor es periodista, analista social y geopolitólogo.

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