República Dominicana todavía está lejos de alcanzar las puertas del desarrollo como lo demuestra el hecho de que aquí es difícil adquirir una pinta de sangre en bancos del plasma, clínicas u hospitales para salvar la vida de algún paciente que la requiera con urgencia.
Una nación que se precie de civilizada debe poseer un banco nacional con capacidad y disponibilidad para satisfacer la demanda para todos los tipos de plasma, en una sociedad donde todos los ciudadanos adultos crean y consolidan conciencia sobre su deber de donar sangre.
Duele saber que, aunque la ley prohíbe comercializar sangre humana, alrededor de muchos bancos y laboratorios se congregan decenas de personas que ofrecen donar el líquido por una remuneración de miles de pesos, una mezcla de mucha necesidad y escaso altruismo.
Una pinta de sangre no se consigue con facilidad en ninguna parte ni aun en los laboratorios de la Cruz Roja, porque son pocos los donantes y grande la demanda, por lo que se requiere que el Estado y Gobierno apliquen políticas públicas que ayuden a revertir tan calamitosa situación.
Son muchos los pacientes que mueren o agravan su situación de salud porque sus familiares no logran conseguir siquiera una bolsa de 250 cc de sangre que se requiere para preservarle la vida.
Urge al menos que Gobierno y sociedad impulsen una gran campaña educativa y divulgativa para convencer a la ciudadanía de la gran importancia cívica que significa donar sangre, en el entendido que ese gesto puede salvar una vida propia o ajena.
Se ha sugerido que esa campaña se inicie por instar a los empleados públicos, militares y policías convertirse en donantes voluntarios, lo que ayudaría a reducir el agobiante déficit del líquido y ayudaría también a despertar conciencias dormidas.
Sólo quien la requiere en un momento de emergencia puede aquilatar la importancia que tiene que República Dominicana disponga de un auténtico Banco de Sangre para atender con rapidez y eficiencia la demanda de ese líquido vital, imprescindible para la vida.