Opinión

La ternura y Alvarito

La ternura  y Alvarito

Lo que más me apena de la pobreza es que animaliza a la gente. Basta observar a las madres amenazando con “abombar a golpes” a los niños cuando no se comportan como momias; a los choferes discutiendo; a los trabajadores y trabajadoras maltratándose de palabra; a los maridos gruñéndole a las mujeres y estas a su vez a todos los demás. Gritar, gritarse, insultarse, parece ser la norma para sobrevivir en ambientes ya arrabalizados por la miseria, donde quien tenga el mayor repertorio de “dichos” e improperios es triunfante.

Que eso suceda en las clases marginadas es una tragedia, es la consumación de su deshumanización, pero que personas con educación y poder de comunicación aporten a esa deshumanización es lamentable y eso sucede con la mayoría de locutores “exitosos” de este país, los cuales gritan, se interrumpen, se insultan, utilizan un lenguaje soez y todo para ganar “rating”. Es como los muchachos populares que quieren sobrevivir como cantantes y para hacerlo “componen” las canciones más rastreras, más sucias.

Es lo que han aprendido y aprenden a diario de la radio y la TV. Por eso nunca he querido asistir a un programa de la Z101 y creo que en los anales de la deshumanización de las clases populares figurarán como infames protagonistas muchos de sus locutores de la radio nacional.

Tengo una familiar maestra de primaria cuyo primer encuentro con la niñez de su clase es con la voz. Habla suave, bajito, y los niños se sorprenden porque vienen de hogares donde el ruido es lo imperante. Lo segundo que hace es introducirlos a la música barroca: a Bach, a Vivaldi, y viniendo del regatón y el Dembow, o los aparatosos merengues de hoy día, los niños se paralizan para escuchar, sus caritas un asombro porque no saben que existe otro tipo de música, otro tipo de voz, otra forma de hablar.

Hablarle despacio a la gente, con suavidad, como si el público fuera tu novio o novia, debería ser el primer gran aporte de la radio y otros medios a la contracultura del respeto mutuo, del cariño entre la gente, sobretodo de una masa de gente que ha crecido sin ningún tipo de ternura, sometida a la bestialidad de la sobrevivencia cotidiana, donde además de estar esclavizados/as a un proceso triturante de animalización se han dejado despojar de lo único que pueden preservar: su condición humana.

Cuando escuche el primer programa donde Alvarito Arvelo utilice su cultura para edificar, su arrastre para humanizar, su ternura (que imagino practica con los suyos) para educar a la gente, para hacerla sonreír, para aportar a que su día comience con paz y armonía, lo aplaudiré.

El Nacional

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