Todas las mañanas, cuando van a la playa a pasear a su perro, se encuentran con las gaviotas que andan dando vueltas y gritando: se pelean y buscan su comida en la arena húmeda.
_ Dejen correr el perro! _ les aconsejó su padre, necesita brincar.
Cuando ven que se acerca el perro, las gaviotas huyen haciendo mucho ruido. Luego regresan de nuevo, dando aletazos.
_ ¿Qué comen? _ pregunta María.
_ Les gusta comer mejillones, cangrejos, camarones, pan _responde su padre.
_¿Podríamos darles un pedazo de pan con mantequilla? _preguntó Marcia.
_!Mira aquí tengo dos en mano! _gritó María.
_Bueno está bien, denle pan con mantequilla.
Las niñas parten en trocitos pequeños y se lo tiran a los pájaros. Las gaviotas se lanzan inmediatamente sobre sobre su desayuno, gritando.
Llegan de todas partes y las dos niñas, un poco asustadas, se refugian cerca de su padre, que no para de reír.
_¡Estas gaviotas sí que tenían hambre! ¡Son unas salvajes!_ dijo contento el padre.