Opinión

Las Naciones Unidas y el mundo (2 de 3)

Las Naciones Unidas y el mundo (2 de 3)

Las Naciones Unidas y el mundo (2 de 3)

En el artículo anterior hablábamos de la lentitud de las Naciones Unidas cada vez que se necesita su intervención como ayuda, tanto cuestiones políticas como en casos de desastres ocasionados por la Naturaleza o por las guerras. Nos referíamos también a su anquilosada burocracia, compuesta por diplomáticos que solo saben actuar rápido cuando hay que ir a un recepción a hablar cháchara, en lugar de tomar las decisiones fundamentales para resolver los casos que lo ameritan.

El caso de Haití, que es el ejemplo que nos queda más cercano, es simplemente patético. Han transcurrido cinco años desde el devastador terremoto que prácticamente destruyó a esa Nación, y todavía se habla de la lentitud de las Naciones Unidas en hacer llegar gran parte de la ayuda prometida.

Sabemos que desde 1997 está pendiente la propuesta hecha por el secretario general de la ONU para lograr una reforma, aprobada con muchas limitaciones en el 2000 y también en el 2005, con la oposición de Cuba y Venezuela, que la consideraron muy limitada y parcial.

Según los entendidos, esas mínimas reformas están muy distantes de los objetivos e ideas aceptados originalmente por las naciones durante la Cumbre del Milenio celebrada en Nueva York en 2000. Estamos a quince años después y los graves problemas relacionados con el hambre, el terrorismo, las guerras y el narcotráfico se han incrementado, sin que se haya notado grandemente el esfuerzo de las Naciones Unidas para hacer frente a esos flagelos que azotan a la Humanidad.

Otro punto es que las Naciones Unidas deberían sacudirse para poner fin a la hegemonía de los grandes países en la toma de decisiones, aunque sabemos que ellos son los mayores contribuyentes de la organización.

No es posible que casi 200 países se dejen controlar por un grupito de naciones por el hecho de que son más ricas. Nadie duda que ese control contribuya a la permisividad en el consumo de drogas en dichas naciones, a pesar del esfuerzo que hacen para que la juventud no siga atraída por los cantos de sirenas de los narcotraficantes.

Las Naciones Unidas deberían agilizar su ayuda para la prevención del consumo de drogas, además de aumentar los aportes que hace para tales fines. Los gobiernos de los países subdesarrollados tienen una carga demasiado pesada en la lucha contra la pobreza, una de las tantas causas de la delincuencia y del tráfico de drogas.

Los oficiales de las Naciones Unidas en nuestro país deberían tomar nota de estos comentarios, para los fines correspondientes, como se dice en el argot oficial.

El Nacional

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