El temporal lluvioso que acompañó los dos huracanes a su paso por el Caribe cerca del litoral norte dominicano afectó más de 25 mil familias y provocó daños en viviendas, carreteras y puentes deja lecciones importantes a autoridades y población.
El primero de estos fenómenos, categoría cuatro por fuerza de vientos al cruzar territorio nacional, fue Irma que no dejó víctima fatal evidencia de que el dispositivo preventivo del gobierno merece reconocimiento.
El segundo de los huracanes, María, pese a desplazarse más alejado de costa atlántica, fue más destructivo con al menos tres fallecidos por sus efectos y daños mayores a infraestructuras viales, con secuela de inundaciones casi una semana después de su paso.
La labor preventiva e informativa desde el Centro de Operaciones de Emergencia surtió efectos positivos y demostró que si bien hay avances en preparativos contra fenómenos naturales, aún faltan acciones personales y colectivas.
El daño mayor fue provocado por inundaciones urbanas y en predios agrícolas y pecuarios con cantidad sin precedente de precipitaciones persistentes con diferencia de dos semanas entre Irma y María, que saturaron suelos, desbordaron ríos, arroyos y cañadas socavando infraestructuras viales.
Las lecciones son en dos vertientes: Individual, no vivir en márgenes o cuencas de fuentes acuíferas y gubernamental, evitar ubicación de personas en zonas vulnerables, proclives a deslizamientos e inundaciones, como parte de la prevención.
En políticas públicas globales surge la necesidad de construir sistemas de presas, en noroeste en áreas de influencia del Yaque y en nordeste en zonas vulnerables a crecidas del Yuna, para evitar el panorama actual de inundaciones y, además, almacenar agua para riego y consumo humano.
Ahora que se discute el presupuesto para 2018 es excelente oportunidad de incluir infraestructuras que resuelvan parte de deuda social acumulada que lluvias han puesto al desnudo en lecciones por aprender.
