Opinión

Los 10 mil agentes de Amet

Los 10 mil agentes de Amet

El tránsito en el país es un puro desorden. Eso lo sabe hasta el que no vive aquí, desde que las redes sociales y la Internet convirtieron el mundo en una aldea. En una demostración de desconocimiento del problema de tránsito en una caótica ciudad como Santo Domingo, el jefe de la Autoridad Metropolitana de Transporte, general Frener Bello, planteó como una de las soluciones al problema llevar hasta 10 mil la cantidad de agentes de esa entidad, a fin de cubrir todo el territorio nacional y extender los horarios de trabajo.

Al parecer, ese plan no está sustentado en ningún estudio mínimo sobre la problemática. No es la cantidad de agentes lo que controlará las motocicletas sin placas ni luces, que son la principal causa de muertes por accidente, así como el caldo de cultivo de la delincuencia.

Tampoco 10 mil agentes de Amet podrán controlar las guaguas voladoras, cuyos conductores compiten por pasajeros, sin respetar la vida de los peatones ni de otros conductores.
Tampoco esa cantidad de hombres y mujeres podría impedir las terminales improvisadas en cualquier esquina, sin importar que sean zonas residenciales o comerciales.

El mundo está lleno de grandes ciudades en la que la presencia policial es mínima y en materia de tránsito actúan policías municipales, sin ningún tipo de armas, y la gente respeta las normas.

Entonces el problema de República Dominicana hay buscarlo en otra parte. Creo que para comenzar tendría que intervenir el mismo presidente Danilo Medina, porque de lo contrario nadie haría caso.

Una medida que de seguro ayudaría sería establecer un mecanismo represivo. Sí, así mismo represivo, que permita a las autoridades cobrar las multas que imponen por violaciones de tránsito. Este es el único país donde el pago es “voluntario”, porque no hay ninguna restricción ni penalidad para el caso contrario.

También obligar a que los adquirientes de vehículos los tengan a su nombre en un plazo prudente, a fin de que las contravenciones se le pongan a las placas, y de ese forma obligarlos a honrar los compromisos antes de renovarlas.
A los humanos le duele cuando le tocan los bolsillos o cuando tienen que pagar penalidades en las cárceles, de modo que hay un pequeño aporte a la solución de un gran problema.

El Nacional

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