Uno de los problemas del sistema sanitario estatal, es que la mayoría de los médicos son incumplidores, y, en base a lo que estiman un fuero de impunidad, no pueden ser sancionados en sus faltas. Al médico hay que tratarlo como un profesional que merece respeto, pero el mayor de los reconocimientos lo tienen que tener los pacientes. Son pobres, y en la mayoría de los casos no pagan por el servicio, pero el Estado responde por ellos.
El gremio de los médicos necesita darse un baño de pueblo. Siempre están protestando, pidiendo reajuste salarial, y buscando proteger a sus afiliados, pero tienen que conocer lo que se llama compromiso social.
El Ministerio de Salud Pública tiene obligatoriamente que llegar a acuerdos sobre horarios, horas de consulta, visitas y vigilancia de los pacientes internados.
Luce que hay falta de autoridad, y que, por temor a paros del gremio, los ministros de Salud Pública tratan de evadir responsabilidades.
Asimismo, hay que continuar mejorando los hospitales públicos. Han dejado de ser almacenes de enfermos, y ahora están mejor equipados, y con más personal.
Lo que falta es el sentido de la responsabilidad. Cuando un médico pierde la sensibilidad, el paciente ya no tiene fe en que se va a curar, se siente abandonado y ve llegar la muerte. El papel del médico es mantener esa esperanza, mientras aplica tratamiento.
Las acciones para mejorar la cobertura hospitalaria no solo son responsabilidad del Ministerio de Salud. Tienen que participar los médicos agremiados, enfermeras, camilleros y hasta los que limpian el piso. Hay una base para mejorar la asistencia en los hospitales, pero se necesita la unión, el esfuerzo de todos. Los médicos tienen derecho a la protesta, pero nunca deben perder la sensibilidad humana y social.
