Semana

Los valores patrios pasaron de moda

Los valores patrios pasaron de moda

¿Por qué saludar la bandera todos los días?

Con la creación de las banderas, hace unos 6 mil años, la humanidad transformó un simple paño de colores en el proverbial símbolo de lo que entendemos por Patria. Desde entonces, la bandera pasó a ser nuestra segunda piel. Representa nuestro más emotivo símbolo de identidad.

 “Lo que ondea en el mástil eres tú mismo, tu origen y tu destino”, proclamó un día el general Francisco Morazán. La bandera está llamada a cubrirnos como un manto en el frío mundo en que vivimos. Los valores patrios son guía y razón de ser de nuestra existencia, gracias a los cuales la familia y la sociedad se mantienen unidas, y por cuyo cultivo consuetudinario la vida merece ser vivida.

Pero el hecho puntual y lamentable, que llama poderosamente la atención, es que hoy en día lo que menos importa, aparentemente, es fomentar los valores patrios.

Todos nuestros hijos crecen con la plena convicción de que su bandera y su himno son los más hermosos entre todos los de la Tierra. La verdad es que todos los niños del mundo piensan de esa manera y todos tienen razón, porque la niñez mundial lleva en su alma la semilla del cariño filial al suelo que le vio nacer, lo que le otorga, como un relámpago glorioso, su inmarcesible gentilicio.

 Entonces, si la nación dominicana ejercita su patriotismo todos los días por los 4 puntos cardinales: ¿por qué progresivamente se han ido perdiendo los valores patrios? ¿Por qué parece no importarles a las generaciones de hoy? ¿Qué motiva el auge de los antivalores?

La Policía

El coronel Benjamín Pérez Féliz, director del Departamento Artístico Musical de la Policía Nacional, deplora que las bandas municipales estén en extinción en República Dominicana, cuando ellas promovían mejor que cualquier otro recurso, el amor a los valores patrios con la potente sensibilidad que sólo la música puede lograr.

Antes, las bandas municipales proliferaban en todo el país, hoy sólo quedan unas cuantas. Y es que la música hace magia. A través de lo que expresan sus instrumentos, la banda de música de la Policía Nacional socializa armónicamente con la ciudadanía, y ésta, a su vez, se identifica con el cuerpo del orden a un nivel afectivo más intenso, en los cerca de 300 actos públicos que la banda ejecuta al año. Una sinergia completa.

Un recurso al nivel del arte para ayudar a forjar mejores ciudadanos, más apegados a los valores patrios que a cualquier otro valor. Si hoy el Lápiz, La Para o Vaqueró son paradigmas de nuestra juventud, ha sido a costa de otros cánones más acendrados, como los valores patrios. Para preferir a los primeros se debió minimizar a los segundos, ni duda cabe, porque ambos son excluyentes entre sí.

Todos los días, a las 8 en punto de la mañana, desde hace cuatro años, el Primer Teniente Severino Díaz Díaz, Oficial de Guardia del Palacio de la Policía Nacional, arenga a su tropa con las típicas palabras de mando: “¡Presenten, armas!”.

Un breve pero honroso acto ejecutado con altura, disciplina, gallardía y orgullo para, inmediatamente después, cantarle a la bandera con toda propiedad. “Si no se hace así, mejor que no se haga”, sentencia Díaz Díaz.

Y es que para escuchar el himno nacional, con la dignidad que el himno se merece, debemos hacerlo con profundo respeto, porque en esa misma medida nos estamos exaltando a nosotros mismos, proyectando la dominicanidad frente al mundo, con toda su soberanía, desde esta Quisqueya la indómita y brava.

Ser dominicano no es únicamente de palabra. Hay que demostrarlo todos los días, a nivel de un ritual sagrado, como sugieren nuestros policías entrevistados. Ojala así fuera en todo el país, como fue una vez en el pasado.

Por eso, aplaudamos la iniciativa de la Policía Nacional, a cargo del Mayor General Rafael Guillermo Guzmán Fermín, quien estableció esta impronta en su gestión: encabezar personalmente la ceremonia de subida de la bandera en la explanada del Palacio de la Policía, acompañado de sus altos mandos y personal de la Institución.

Él lo hace no porque sea Jefe, sino porque su formación se lo impone como un deber respetuosamente festivo y solemne.

No es su rango, es su espíritu quien tomó esa decisión: reservar unos minutos de su agenda a la bandera y cantar el himno nacional.

Vivir sin patria es vivir sin honor.

De modo que volvemos donde comenzamos: los valores patrios no están sujetos a los vaivenes de la moda. Porque no son moda. Son una supraestructura del espíritu humano.

Dignidad y respeto en su máxima expresión. Si se pierden, caeríamos en el acantilado del desarraigo.

A la Patria se le ama respetando sus recursos naturales, conociendo su historia, sus héroes, respetando las leyes que la rigen y, también, a la Patria se le ama exaltándola de manera trascendente, cantando su himno e izando su bandera con alma y corazón.

El Nacional

La Voz de Todos