Opinión

Marcas de la guerra

Marcas de la guerra

y 3
Todo movimiento cultural que se resiste al asedio de las armas y a la penetración de unidades de transmisión didáctica, si no cuenta con la participación de un frente integrado por escritores y artistas comprometidos, estará condenado a la derrota y se hundirá en la indiferencia. ¿Acaso no registra la vencida República Española un mayor despliegue heroico que el triunfante ejército franquista? Esta gran repercusión a favor de la República se debió a la participación mayoritaria de la Generación del 27, que durante la proclamación de la República, y luego durante la Guerra Civil, llenó los espacios culturales de España y el mundo con poemas y relatos que prodigaban las bondades de una nueva España.

Así, los testimonios de Pedro Salinas, Jorge Guillén, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego, León Felipe, Miguel Hernández, Rosa Chacel, María Zambrano, Manuel Altoaguirre y Emilio Prados, integrantes de aquella prodigiosa prole, resuenan gloriosos para perturbar los vítores de los triunfadores franquistas, en un mundo que no puede olvidar aquella barbarie. Inclusive, el mural Guernica de Picasso, realizado en 1937 —en plena Guerra Civil— fue parte de esa resistencia cultural que denunció las brutalidades que los ejércitos fascistas y nazis cometían en España.

Y lo mismo aconteció, por otra parte, con la victoria soviética en Stalingrado, donde la derrota del VI Ejército Nazi, comandado por el mariscal Von Paulus, no sólo se debió al fuego de los cañones rusos, sino también a la gran legión de los “escritores de guerra” soviéticos, como Ilya Ehrenburg, Konstantin Simonov, Vasili Grossman y otros, que como subraya el novelista Viktor Nekrasov en su novela “En las trincheras de Stalingrado” (1946), elevaron en sus escritos el espíritu ruso para resistir la agresión.

Nekrasov afirma que los relatos, poemas y artículos periodísticos de los escritores de guerra eran “leídos y releídos hasta dejar los periódicos hechos trizas”.

Y es que tanto en la derrota como en la victoria, las guerras crean en los escritores y artistas un sedimento imborrable, un espíritu de lucha que filtra en las evocaciones el sabor sorprendente de una nostalgia, que aun impacientando el aliento, provoca el sobresalto por la pérdida, por el quebranto de un placer sin retorno, en donde lo humano se vierte en el dolor, el amor y la muerte.

La Generación del 60 conoció en abril del 1965 el sagrado fuego de la guerra, siendo marcada con sus cargas de angustias, júbilos y presiones, para convertirse en testimonio vivo de aquel acontecimiento heroico, señalando en poemas, relatos, novelas, dibujo, murales, pinturas y ensayos, cómo nuestro pueblo imprimió un sello de virilidad y esplendor en la historia del país y del mundo.

El Nacional

La Voz de Todos