Opinión

Más promesas electorales

Más promesas electorales

Como si el bombardeo de promesas electorales pasadas, fuera insuficiente, esta vez, y con motivo de la proximidad de las elecciones de medio término, los aspirantes a cargos en los Ayuntamientos y en el Congreso, vuelven a la carga, y desde ya se comienza a oír las promesas más estrambóticas y hasta inverosímiles.

El elemento que más ha influido con el descrédito de los políticos, ha sido y es la facilidad con que éstos prometen cualquier cosa, sin detenerse a  pensar en la viabilidad de las mismas, y mucho menos a meditar si lo que ofertan se enmarca dentro de las atribuciones del cargo a que aspiran.

En los albores de la presente campaña electoral, hemos escuchado a determinados aspirantes a diputado, por ejemplo, comprometiéndose con asuntos de orden público y seguridad ciudadana, completamente ajenos a su incumbencia, y exclusivos de otros órganos del Estado.

El legislador como tal, tiene como función primaria, la de elaborar las leyes, teniendo en cuenta los mejores intereses del país. Ya en su dimensión política, la Constitución pone en sus manos el conocimiento y la búsqueda de común acuerdo, con los otros poderes del Estado, de fórmulas para la solución de los problemas que afectan a sus comunidades.

Lo que quiero decir es que los aspirantes a puestos electivos, al prometer algo que va más allá de sus obligaciones naturales, deben ser muy cautelosos y sinceros con los electores, para evitar malas interpretaciones y  poder así conservar su credibilidad.

Regidores y diputados, en tanto forman parte de organismos colegiados cuyas decisiones se producen por consenso, disfrutan de una condición especial que les impide asumir promesas en forma  individual.

Con los síndicos municipales, la situación es distinta. Ellos pueden, como individuos, hacer promesas racionales y posibles, porque para ello cuentan con un presupuesto, que les permite su ejecución.

Ampliando el horizonte, nada les hace más daño a los partidos y a los políticos, que el exceso de promesas, y, sobre todo, de aquellas promesas que desbordan  los limites de lo razonable.

No se conocen estadísticas con el  número de promesas hechas por los políticos de cada país. Pero estoy casi seguro de que, si aparecieran, los políticos dominicanos estarían a la cabeza en la cantidad de promesas incumplidas.

Un  indicador positivo en la conducta de cualquier político es que se cuide de no hacer muchas promesas.

El Nacional

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