Opinión

Más que año nuevo

Más que año nuevo

El mundo sería un espacio diferente si sus habitantes fueran capaces de actuar durante todo el año como lo hacen en esta época. Nunca las miserias humanas se repliegan tanto, ni jamás las actitudes positivas de la gente alcanzan mayores cotas. Por esas razones, el ambiente se torna distendido, los rencores ceden y el amor se eleva. Pena que todo sea tan efímero. Como al salir de los camposantos depositando los restos de víctimas de muerte súbita. Todos juran que cambiarán su estilo de vida, “me voy a dedicar más a mí y a los míos”, en una promesa que se agota apenas retomar la rutina.

¿Por qué no trascendemos los buenos deseos para estas fiestas y en el año recién iniciado empezamos a actuar de forma tal que viabilicemos los mismos, tanto para nosotros como para los demás? En vez de desearnos esto y aquello y de desearles el paraíso a nuestros relacionados, vamos a contribuir a que esas cosas se traduzcan en realidad. ¿Nos hemos detenido a pensar cuántos detalles, dotados de potencial para tener repercusiones en términos de beneficio personal y colectivo, podríamos asumir?
Nosotros, y la nación que compartimos, necesitamos mucho más que un simple año nuevo.

Precisamos renovar nuestros pensamientos, nuestras actitudes, nuestros hábitos, nuestros niveles de participación, para propiciar las múltiples enmiendas que íntimamente anhelamos en el entorno social que nos acoge. Eso requiere superar la retórica. Pasar del decir al hacer, emulando a Martí.

Nuestras quejas por la desafortunada marcha del país tienen sobrados fundamentos. Merecemos un escenario más cualificado para desarrollarnos y hacer crecer nuestros descendientes. Esos lamentos, sin embargo, estuviesen provistos de autoridad moral si tomáramos conciencia de los niveles de responsabilidad que tenemos por los resultados obtenidos y decidiéramos dar un paso adelante para contribuir con el cambio impostergable que demandamos.

No hay dudas de que hemos sido dirigidos por clases dominantes, políticas y privadas, que dejan mucho que desear, pero ¿acaso han caído de los cielos tales especímenes? Con todo y las condicionantes de la libertad en países como el nuestro, no podemos eludir nuestra participación en las pésimas selecciones que hemos realizado.

Cuando tenemos la oportunidad de decidir, el pobre opta por el pan de un día, en desmedro del remedio permanente de su hambre. El rico, con menos justificación, apuesta a la preservación espuria de privilegios ilegales e ilegítimos, consciente que ese camino nos arrastra al abismo.

El Nacional

La Voz de Todos