Opinión

Más vale caer en gracia…

Más vale caer en gracia…

Hace tiempo que ciertas estrategias de imagen diseñadas para políticos -gobernantes y opositores-, cayeron en desuso. Manoseadas, repetitivas, muy de cajón, no impresionan a nadie, ni llaman la atención. Cuando no eres capaz de renovarte nadie te hace caso. Aplicar manuales atrasados conduce a peores resultados. Goethe plantea este dilema en Fausto: “Cómo hacemos para que todo sea original e inédito/ y tenga enjundia, y además agrade? Y se responde más adelante: “Lo que brilla nace para un momento/ lo auténtico no escapa a la posteridad”.

Es propio de estrategas corrientes aplicar fórmulas nada novedosas, tales como recomendar a candidatos y funcionarios abrazar viejitas, acariciar la cabeza de niños haciendo de imbéciles Santas Claus, aprovechar celebraciones de días mundiales, fiestas patronales, cumpleaños, bodas y funerales para hacerse los simpáticos y graciosos donde nadie los llama. Y otras tonterías como esas, insinceras y engañosas que revelan falta de imaginación y creatividad.

Saludar a todo el mundo con una sonrisa forzada, asumir falsas poses de humildad, estar en todo menos en misa, opinar sobre temas sin sustancia ni sustentación, traer y llevar chistes incluso de mal gusto donde procede ser solemne. O al revés. Sinecuras simplonas que descalifican a los actores que las utilizan para alcanzar el poder o para afianzarse en el gobierno. Cuando esto ocurre te cogieron la seña, estas perdido irremediablemente.

PhillyLesly, gurú de la imagen y las relaciones públicas, respetado por sus sabias y practicas apreciaciones, observaba ya a finales de los 70 del siglo pasado, que no había técnicas infalibles que lograran imponer lo que, de antemano, no caía en gracia, y que “la gracia no es inmanente, se pierde cuando las promesas de ventas fallan, la presentación carece de novedad, el mercado (de electores /nota de EA) se siente engañado o desilusionados; nada puedes hacer, a no ser esperar que una nueva generación de consumidores asimile diferentes actitudes”. Lesly también observa que “lo gracioso se torna ridículo cuando se insiste en este recurso a falta el encanto. Más vale caer en gracia que ser gracioso, en buen dominicano.

A partir de esta premisa, acopiada y renovada por grandes tratadistas de la imagen, en política la pérdida del favor suele ser definitiva, dado que el ciclo de cada generación ronda los treinta años, periodo probado irrefutablemente en hecho históricos locales y universales. Lo que te da vigencia en un momento determinado sirve de poco pasado el tiempo. Nuevos votantes tienen sus propias preguntas. Por tanto, el político que se oferta debe tener a mano respuestas adecuadas y ser impresionante y sorprendente. Casos improbables requieren de un milagro, con la posibilidad, en término de imagen, de la creación amorfa de un símbolo o figura carente de sentido e identidad humana.

El Nacional

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