Opinión

MI VOZ ESCRITA

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En la entrega del viernes pasado, dejé sentado con claridad meridiana que las circunstancias han obligado al presidente Danilo Medina a comportarse como el líder que es, y no el pusilánime a que lo ha querido reducir el ex-presidente Fernández, convencido de que él es un predestinado, y, por ende, ajeno a los vaivenes terrenales.

También aseveré que si se analizaban fríamente ciertas actitudes asumidas por mandatario tan pronto fue electo, como el hecho inusitado de prácticamente desaparecer de la palestra pública con el obvio propósito de evadir el asedio a que fue sometido por los aliados del Bloque Progresista en procura de su cuota de Poder, no era difícil intuir que algo tenía entre manos el nuevo titular del Ejecutivo.

En efecto, como si hubiera sido la obra de un prestidigitador, aunque con algunas horas de diferimiento, arriba a suelo dominicano el señor Luiz Inacio Lula Da Silva, un político brasileiro que luego de varios intentos por llegar a la presidencia de su país, logró la alta distinción y permaneció durante dos períodos consecutivos sin oportunidad de regreso; como, sin duda, le gustaría al presidente Medina.

Entonces, ¿qué pensar ante la visita del honorable ex-presidente de Brasil y de su elocuente discurso, precisamente ahora, a tres años y pico del final del mandato de Danilo? Sin ánimo de que la morbosidad  obnubile el raciocinio, se me ocurre que no hay manera de soslayar lo que la lógica elemental grita a todo pulmón, como si la nación fuera sorda: Lula Da Silva vino a tocar el clarinazo de la reelección.

Lo de que se considere prematuro o extemporáneo es sumamente relativo, por cuanto podría ser que se procure que la carga se acoteje en el camino. Que la Constitución la impide y que el comité político del PLD se encargaría de que el congreso no vote la ley que convoque a una reforma mediante la constituyente que tanto ansía la sociedad, no creo que sean razones…

El Nacional

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