Opinión

Nuestro arte

Nuestro arte

En la búsqueda de la conformación de un arte vinculado a la esencia de lo dominicano, la dictadura de Trujillo aprovechó la intranquilidad de una intelligentsia europea vinculada a la estética y se movió para —permitiendo inclusive desafectos a las opresivas tiranías— recibir una parte de ella, sobre todo la que huía por combatir las ideologías nazi y fascista, aunque otra sólo escapaba por motivos de persecución racial y religiosa. La noción de los ideólogos del régimen tenía —anexada a la teoría del desarrollo intelectual— la de un mejoramiento racial y aprovecharon la Conferencia de Évian, de 1938, para comunicar al representante del país que el Gobierno Dominicano se comprometía a aceptar hasta cien mil refugiados de guerra, por una iniciativa del presidente de EE.UU, Franklin Delano Roosevelt.

Los exiliados que llegaron al país antes de finalizar los 30’s fueron George Hausdörf, pintor y profesor de arte que huía de los nazis, y José Vela Zanetti, pintor y muralista que huía de la dictadura franquista. Algunos meses después arribaron el austríaco Ernest Lothar, pintor, dibujante e ilustrador; los españoles Eugenio Fernández Granell, pintor, escritor y músico; Josep Gausachs, pintor; Antonio Prats Ventós, pintor y escultor; Manolo Pascual, dibujante, escritor y escultor; Ángel Botello Barros, dibujante y pintor; Francisco Vázquez Díaz (Compostela), escultor; Alfonso Vila (Juan Bautista Acher, Shum), dibujante y pintor; Francisco Rivero Gil, dibujante y muralista; Joan Junyer, pintor y escultor; José Alloza, dibujante y cartelista; Antonio Bernard (Toni), Víctor García (Ximpa), y Blas, caricaturistas; Mateo Fernández de Soto, escultor; Miguel Marinas, pintor; Luis Soto, escultor; Guillermo Dorado, broncista; Oliva Viforcos (Oliva) y Miguel Anglada, fotógrafos, entre otros.

En ese exilio también llegó Manuel Valldeperes, quien creó una conciencia crítica del arte, desapasionando los conceptos aferrados al amiguismo y otras pasiones que protagonizaban las reflexiones sobre el discurso estético. Asimismo, llegó María Ugarte, organizadora de la investigación histórica adscrita al arte y en 1948 el pintor y escultor húngaro Joseph Fulop y su esposa, así como la pintora alemana Mounia L. André, integrándose a una década que, verdaderamente, estructuró la mezcla creativa que marcó el desarrollo del arte en República Dominicana.

Irene Costa Poveda, en “Jornades de Foment de la Investigació”, de la Universitat Jaume I, de Valencia, escribió que “el exilio español perteneciente al campo de la estética escogió a París, Moscú, Nueva York, La Habana, Buenos Aires, México y Santo Domingo, como los destinos de sus destierros”. Jesús de Galíndez señaló en su ensayo “La Era de Trujillo.

Un estudio casuístico de dictadura hispanoamericana”, que “la inmigración de refugiados españoles se hizo de acuerdo con el SERE, la oficina montada en París por el Gobierno de la República Española, a fin de evacuar sus centenas de millares de refugiados hacia países donde pudieran reconstruir sus vidas”.

Por eso —sin duda alguna—el decenio de los 40’s fue la fase renacentista del arte dominicano y el nacimiento de nuestra conciencia acerca de la marcha de los nuevos lenguajes estéticos mundiales.

El Nacional

La Voz de Todos