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“Crónicas del Crimen”, de  Tony Pina

Ha vivido un período intensamente laborioso, durante el cual, Tony Pina ha gozado lo inimaginable, sintiendo el mal aliento de la estafa, detectando los latidos del calié, escuchando las palabras calladas del criminal, quitándoles y agregándoles frases a este hijo divino que su padre ha bautizado con el nombre de “Crónicas del Crimen”.

 
Durante la campaña electoral de 1986 anduve yo con el profesor Juan Bosch, candidato presidencial del PLD. Yo hacía las crónicas de sus viajes, tanto para Vanguardia del Pueblo, como para los demás periódicos. La tecnología empezaba a despuntar y los compañeros de New York me trajeron un pequeño grabador, capaz de acumular largas horas y ahorrar muchas baterías. El aparatico era un milagro. Bosch terminó de hablar y al ver que yo había grabado todo en aquella miniatura me llamó y me interrogó:

 
— Solano, ¿qué tú tienes ahí?
—Don Juan, un milagro que me trajeron los compañeros de New York.
—Dame eso. Yo no quiero que tú escribas lo que yo digo. Yo quiero que tú escribas lo que tú sientes de lo que yo digo. Eso es lo que hace un cronista, escribir su sentir de los acontecimientos en los que participa o estudia. Ese día, Juan Bosch me parió como escritor.

 
En esta obra, Tony Pina hace un memorable esfuerzo para en 28 capítulos recoger y detallar toda la polifacética personalidad del crimen pasado y del asesino presente.
Asesinos cuyas acciones nos ponen a pensar en la posibilidad de si el criminal mata para satisfacer su sed de dominar lo desconocido. Nos pone a pensar en la posibilidad de si son seres que quieren meterse en los senderos oscuros del alma para descubrir el reino de la oscuridad y conquistar las cimas del pecado.

 
¿Son sus aventuras más complicadas y fascinantes? Deducimos, por sus confesiones, que al cometer el crimen el asesino sabe que ha ejecutado algo perenne.

 
Hay una leyenda árabe que sostiene que cada vez que alguien comete un crimen, el alma del asesinado se suma a la del asesino y empieza a despojarlo de sueño. Cuando esos asesinos son sicarios, se le advierte que lo máximo tolerable son 17 días sin poder dormir. Que al llegar a ese límite, ya no podrá seguir operando porque sus errores lo conducirán al fracaso. En ese punto, sus opciones son dos: o se entrega y va a la cárcel o se suicida. La mayoría de los asesinos eligen el suicidio, aunque lo hacen a través de la ejecución de una misión en la que ellos saben que van a morir. Hay casos de espíritus tan poderosos que impiden al criminal llegar a cometer más de un crimen, pues ese solo sujeto que se apodera del asesino acaba con sus posibilidades de dormir, le retuerce la conciencia.

 
En “Crónicas del Crimen”, Tony Pina nos desliza, suavemente, sin desmayos ni caídas, en unas páginas limpias y diáfanas, que más que papel, tintas y letras, son un espejo. Tony Pina es el santo del periodismo dominicano y su alma frágil y firme, dulce y enérgica escribe para que el corazón sí exista.

 
Tony Pina está obligado a desahogarse en el verso y la prosa o de lo contrario su retablo literario habría que encerrarlo en la armoniosa arquitectura del manicomio: ¡a mí también! Los poetas somos “tiernos y puros, como la niñez” y nunca perdemos la esperanza de amar.

 
Por esa razón, el periodismo lo ha tenido cerca, lo ha mirado a los ojos, lo ha sentado en cualquier esquina y al soplo del teclado llenó de caricias y lágrimas, de verdades y desafíos 35 años en el ejercicio, conservando las manos limpias y el corazón sereno, a pesar del humeante cigarrillo.

 
Cuando son cobardes, corruptos, ladrones, como Johnny Abbes, Rafael L. Trujillo o Moncho Henríquez, los asesinos se infiltran en las instituciones para bajo el “amparo de la ley y la fornicación con el patriotismo” practicar las más perversas actividades sin que los ojos de la justicia puedan verlos después. Para cobrarles sus deudas, en el jardín literario quisqueyano tenemos una estatua de carne viva: Tony Pina
Las crónicas de crímenes son sencillas y, al mismo tiempo, complicadas. No son vidas rectilíneas, sin altos ni bajos, sin curvas o encrucijadas. Lo mismo no podemos decir del asesino: el muerto ha entrado al mundo del misterio y desde allí buscará todas las formas posibles para que su consciente gravitacional, que ahora, como dice don Bruno Rosario Candelier, forma parte de la cantera del universo, entre en contacto con un Tony Pina y los saque de ese largo sufrir, pues a los asesinados no los mantiene en pena la muerte, de la que ya son víctimas, sino la falta de justicia.

 
Como cronista, Tony Pina busca donde hay y encuentra donde no ha buscado. En Quisqueya hay ahora un ambiente especial que despierta el hambre de justicia, el fin de la corrupción, el fin del crimen y la impunidad. Si acabamos con la delincuencia oficial, la criminalidad se reduce en un 90 por ciento.
El autor es escritor.

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