Opinión

Ojos y oídos

Ojos y oídos

Más de cien mil haitianos indocumentados fueron repatriados por las autoridades en 2017 y cerca de 14 mil en los primeros días de 2018, aunque no se exagera si se afirma que la cifra de los que lograron cruzar la frontera y quedarse en territorio dominicano es mucho mayor.

Debe admitirse que gran parte de los 390 kilómetros lineales limítrofes con Haití es tierra porosa que se cruza libremente o con escasa vigilancia militar, lo que permite que centenares de indocumentados ingresen por cualquier punto desde Pedernales hasta Montecristi.

No se emite ningún juicio de valor sobre la pertinencia o no de la inmigración haitiana; a lo que se aspira es a que el Gobierno exprese voluntad política en aplicar y promover control migratorio como ocurre en todas las naciones libres y soberanas.

El sacerdote jesuita Regino Martínez, defensor de los derechos de los inmigrantes, ha estimado que por cada haitiano indocumentado devuelto a su país, las autoridades militares y civiles permiten el ingreso ilegal de otro, “previo cobro de peaje”.

La verdad es que el Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza Terrestre (Cesfront) y la Dirección de Migración tienen la misión de nunca acabar, pues por un lado repatrian indocumentados y por el otro ingresa una cantidad mucho mayor.

El Gobierno de Haití ha denunciado que de los recursos prometidos por la comunidad internacional para afrontar la tragedia del terremoto de 2010, apenas se ha cumplido con un 37% del valor comprometido, por lo que reclama con urgencia financiamiento por 252 millones de dólares para combatir el hambre.

La respuesta del presidente Donald Trump ha sido ordenar la repatriación en un plazo de 18 meses de miles de haitianos que se habían acogido a una ley de protección en favor de inmigrantes procedentes de países afectados por catástrofes naturales o por guerras.

Es claro que la presión inmigratoria haitiana crecerá en proporciones mayores a causa del agravamiento de la crisis económica y social que abate a esa nación y, claro está, todos los caminos señalan a República Dominicana como la tierra prometida. Quien tenga ojo para ver, que vea y oídos para oír, que oiga.

El Nacional

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