Opinión

Oportunidad

Oportunidad

El tema de los contratos suscritos en diversas áreas por el Estado dominicano ha tomado mucha vigencia en los últimos días, exponiendo, de la forma más cruda y penosa que pueda imaginarse, la ausencia absoluta de defensa del patrimonio público que ha primado en los mismos.

 La nación se ha empobrecido con tantas operaciones llevadas a cabo sin ninguna consideración a sus mejores intereses y cuyos propiciadores han actuado siempre bajo los influjos de favoritismos, tráfico de influencia y la corrupción más rampante. Esa merma significativa en los activos de la patria ha sido, al mismo tiempo, el origen de fortunas despampanantes cuya legitimidad no resiste el más superficial de los arqueos contables. Pero aquí no ocurre nada por eso, salvo que esos súbitos acaudalados disfrutan de prestigio y reconocimiento social.

 Esos saqueos institucionalizados, en tanto y en cuanto siempre se recubren del ropaje legal establecido, se han puesto de manifiesto en la venta de bienes muebles e inmuebles atropelladamente sancionados por legisladores cómplices. Bastaría recordar los terrenos del CEA, cedidos a precios viles a jerarcas de distintas épocas. En contratos para recogida de basura que ni ella misma huele tan mal como ellos. En concesiones mineras que lo único que legan al país son cráteres que testimonian el despojo de riquezas que son nuestras, pero benefician a otros. En licencias para instalar rayos equis que son capaces de evidenciar más el contubernio que el trasiego de mercancías.

 En adición al latrocinio, irrita constatar cómo, paladines de la moralidad no parecen enterarse de estos actos lesivos y llegan al colmo de transformar su valoración de ciertos contratos en función de los protagonistas que puedan derivar en beneficiarios de los mismos.

 La puesta en escena de este tópico, sensible incluso para la dignidad nacional, resulta positiva para que al fin afloren las conductas irresponsables ejercidas por tantos personajes que han sido designados y pagados generosamente para que fueran representantes de todos y no alcahuetes de pocos. Después de todo, nunca es tarde para esperar la dilatada reacción de este pueblo.

 Como si fuera poco, esto ofrece al presidente Medina una excelente oportunidad para demostrar su disposición de actuar acorde con las expectativas que ha ido forjando en la población. Si su popularidad está hoy bien posicionada, puede estar seguro que de asumir la voluntad política de restaurar tantos entuertos pecaminosos, se consagrará como estadista y podrá contar con nuestro apoyo irrestricto.

El Nacional

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