Opinión

¡Oro! ¡Oro!

¡Oro! ¡Oro!

Si el equipo de fútbol brasileño sufre una derrota internacional, o el equipo de fútbol de cualquier potencia de ese deporte, se produce una crisis nacional.

¿Por qué? Muy sencillo: porque el fútbol es el deporte rey de esos países (Brasil, Argentina, México, Honduras, Paraguay, Ecuador, El Salvador, Uruguay, etcétera, por citar algunas naciones de América Latina donde el fútbol es parte de la tradición), una actividad deportiva que está ligada a la formación integral de esas sociedades.

El fútbol es parte de la cultura de esos pueblos. De su abolengo, de su reserva espiritual, de su cultura, de su modo de vida, de su reservorio social, de su acervo, de su vida misma como Estado.

Como lo es el territorio que se ocupa, la lengua, la comida, los orígenes, las relaciones, todo lo que da vida a una Nación, incluyendo su Bandera, su Himno, su Escudo, sus próceres, sus batallas libertarias…

Si los chinos y los suecos, por citar apenas dos nacionalidades, fracasan en los grandes torneos mundiales del tenis de mesa, hay crisis en Suecia y en China, aunque sin la intensidad del alma caliente de los que vivimos “al Sur del Río Grande”.

Pero… no importa la flema de los escandinavos o la paciencia de los asiáticos, como quiera habría crisis en esos países, como crisis habría en Rusia si sus ajedrecistas pierden de manera estrepitosa.

Al extremo de que los brasileños perdieron… y tumbaron un gobierno militar y los hondureños y salvadoreños iniciaron una guerra militar ¡por un partido de fútbol!

Bueno, el caso es que lo mismo sucede con el béisbol y la República Dominicana, donde ese deporte es una pasión, un orgullo nacional, una categoría, una identidad, un foco de atención, una reserva que va más allá del deporte y se mete en la sangre, en las venas, en el corazón, en todo el cuerpo y en el alma.

Por eso han dolido tanto los reveses internacionales que hemos padecido los dominicanos, al extremo de que desde 1982 en La Habana, Cuba, no ganábamos Medalla de Oro en Juegos Centroamericanos y del Caribe, hace ya 28 años.

Y ahora llegó el turno de la reivindicación, del desquite, de la recuperación, del honor, de colocar en su justa dimensión internacional el béisbol dominicano.

¡Y la luz se hizo, llena de resplandor de oro, en la 31 versión de los citados Juegos, en Mayagüez, Puerto Rico! ¡Oro! ¡Oro! ¡Oro!

El Nacional

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