Semana

Orto-escritura

Orto-escritura

Un artista trabaja en una escultura de arena de Jesucristo durante la celebración de la Semana Santa en Arenal de Cochiraya, a las afueras de Oruro, Bolivia, el viernes 14 de abril de 2017. Doscientos artistas se reunieron en el evento anual para crear esculturas de arena inspirados por las parábolas de Jesús el Viernes Santo. (Foto AP/Juan Karita)

Jesús como comunicador

En algún momento –se cuenta en los Evangelios- las autoridades mandaron unos alguaciles a prender a Jesús, por razones políticas. Pero los calieses se detuvieron a escucharlo y regresaron donde sus jefes diciendo: “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” (Juan 7:46).

 
Jesús, como ente humano, entra en la categoría de gran comunicador. Se valió intensamente de recursos literarios para llamar la atención y poner énfasis en su expresión. La parábola es el elemento retórico más conocido en su discurso, el que más se le suele atribuir. Sólo los evangelistas Mateo y Lucas relatan unas veinte parábolas.
Sabemos que las figuras literarias constituyen un valioso soporte para la comunicación, porque fijan en la mente del auditorio las ideas que quiere transmitir el emisor. Sin el lenguaje figurado, por ejemplo, no podría existir la poesía. Otros géneros también las emplean, e incluso el habla coloquial se vale de estos elementos.
El discurso de Jesús está lleno de figuras literarias propias de la buena literatura. Su intención no era la creación literaria, sino la divulgación de sus ideas sobre el reino de Dios. Además de las parábolas, relatos que encierran una enseñanza, Jesús empleó el lenguaje de símbolos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome cada día su cruz y sígame” (Lc. 9,23).

 
Empleó hasta la incongruencia, aparente falta de sentido o de lógica: “Yo he venido a echar fuego en la tierra ¿y qué he de querer sino que se encienda? (Lc. 12,49).

 
Abundan en los evangelios las imágenes fuertes y significativas: “Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres” (Mt. 4,19). “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt.5, 14). Por igual, Jesús se valió de la antítesis. En las bienaventuranzas están los mejores ejemplos.

 
En el discurso de Jesús hay una constante animización, él le daba vida a los seres y las cosas que incorporaba en su prédica: “Aprendan de los lirios del campo, cómo crecen, no se fatigan ni hilan. Pues yo les digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos”. (Mt.6, 28).
¿Recuerda usted una figura del lenguaje llamada hipérbole? Los dominicanos somos dados a su uso. Consiste en exagerar las condiciones de una cosa o situación (Ese carro pasó a mil kilómetros por hora…).

 
Vean ahora las hipérboles de Jesús: “Más fácilmente pasa un camello por el ojo de una aguja que entre un rico al reino de los cielos” (Lc 18,1-89). “¿Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo?” (Mt 7,3-6).

 
Su discurso revela a Jesús como un comunicador osado, decidido, cuestionador del orden político y disposición para enrostrar vicios y errores de los poderosos. Usó con frecuencia una figura llamada imprecación, que es como una maldición: “Ay de vosotros los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre”. “Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas que os parecéis a sepulcros blanqueados, hermosos por fuera y por dentro llenos de inmundicias”. (Mt. 23,27).

 
Jesús imprimía a sus palabras donaire, provocación y una fuerza comunicativa que hacen de su discurso una flecha disparada hacia un objetivo. En sus palabras hay misterio y extrañeza, para impresionar, para enfatizar, para dar fuerza a la expresión, para explicar sus ideas o rechazar las estratagemas del enemigo bajo una atmósfera muy hostil como en la que le tocó predicar su doctrina.

 
Si bien es cierto que la doctrina de Jesús se ha asentado en el mundo por la riqueza espiritual de su contenido, no es menos cierto que la fuerza expresiva de su retórica ha sido un soporte indefectible para que sus enseñanzas hayan tocado tantos corazones.

El Nacional

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