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ORTO-ESCRITURA

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El Diccionario de símbolos: verdadera novedad.-

El diez de octubre de este año, en el marco de los festejos de los noventa años de la Academia Dominicana de la Lengua, tendrá efecto un acto verdaderamente novedoso, algo nuevo en la República Dominicana. Será presentado el Diccionario de símbolos, de Bruno Rosario Candelier.

La simbología es una rama de la lingüística, ciencia que estudia el lenguaje, y que no se ocupa de la valoración de objetos. De ahí que palabras como mitra (prenda con que se cubre la cabeza el obispo en las solemnidades) con todo y lo que significa en los rituales católicos no representa un símbolo para ser tratado en un diccionario de esta materia.

En la parte introductoria del Diccionario de símbolos, titulada “Voces y sentidos de un glosario de símbolos”, el doctor Bruno Rosario Candelier hace las siguientes precisiones: “El término simbología (del griego symbolon, “signo”, y logos, “estudio”) es una rama de la lingüística que estudia el caudal de símbolos, razón por la cual constituye una parte especializada de la semiología, ciencia que se ocupa del estudio de signos y símbolos de una comunidad, una disciplina o una cultura.

Un símbolo es la representación sensorial de una idea que guarda un vínculo convencional y arbitrario con su objeto de referencia. La noción de simbología sirve para identificar al sistema de símbolos que encarnan los diferentes elementos de su representación. En tal virtud, se puede hablar de la simbología de cualquier rama del saber, con los íconos o representaciones graficas que permiten reconocer cada elemento significativo”. (pág.ix).

Todo lo anterior indica que el simbolismo se basa en ideas, creencias y expresiones espirituales. Quede claro que no se pretende dejar en las mentes de ustedes que lo simbólico sea ajeno a la realidad, sino que el símbolo es una rama del pensamiento humano. Y vale recalcar que lo simbólico no excluye lo histórico, pero le es indispensable lo metafísico.

Por esta razón es que resulta fácil colegir que los símbolos están asociados al sistema de creencias de los pueblos. Así, por ejemplo, la palabra “melocotón” que para los dominicanos es solo una fruta exótica, en las culturas orientales tiene un valor simbólico muy arraigado.

Me permito citar al respecto lo que plantea Hans Biedermann (Viena 1930-1990) en su libro también titulado Diccionario de símbolos: “En la antigua China, el melocotón (t’ao) se consideraba un símbolo de la inmortalidad o de la longevidad, y la flor de melocotonero era el símbolo de frescas muchachas, pero también de mujeres ligeras y de la ‘locura de la flor de melocotón’, eufemismo para designar la confusión de sentimientos que hay en la pubertad”. (pág. 301).

Unos símbolos tienen alcance universal y otros se limitan a un ámbito determinado. Algunas palabras, como luz, crepúsculo, agua, fuego o rosa se prestan para aparecer en cualquier compilación de carácter simbólico sin importar la lengua y la cultura en la que se elabore.

Los poetas de todo el mundo se han ocupado preferentemente del crepúsculo vespertino para simbolizar la opacidad, la tristeza, la vejez o el final de la vida. Los griegos y egipcios antiguos vivieron convencidos de que el Occidente, el lado por donde se oculta el sol, es lugar de malos espíritus, que allí se sitúa Satanás. La muerte del Sol equivale al reino del diablo, pensaban.

En el Diccionario de símbolos de Rosario Candelier el crepúsculo es definido como un símbolo de dolor, desesperación y muerte. El poema de Moreno Jimenes es un eje fundamental para la conceptualización de esta entrada, a propósito de la cual quiero decir –aunque parezca vanidoso- que el maestro Rosario Candelier ha citado en el desarrollo de este artículo mi ensayo titulado “El crepúsculo y el poema de la Hija reintegrada”, publicado en El Nacional.

Para Bruno Rosario, “El símbolo es un valor agregado que otorga a la cosa asumida como representación otra dimensión, como sucede con fuego, puente o espada”.

El Nacional

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