Opinión

PRECISAMENTE

PRECISAMENTE

El estrés es un estado biológico. El estrés genera situaciones sociobiológicas. La política, en los momentos actuales es un agente estresante, de ”pura locura” con todo el lenguaje corriente. Entendemos por estrés las sobrecargas políticas, originadas por una saturación extrema de bla bla bla. Me explico: nos pone en malas condiciones el conflicto abierto o la desavenencia colectiva de simpatía partidarista. No importa si esto, nos hace pagar un precio.

Las consecuencias de dichas tensiones en la salud mental de las personas, por más que nuestro cuerpo reaccione, a menudo, no tenemos conciencia de lo que está ocurriendo.

La fase del estrés propiamente dicho, aparece en el individuo que constituye el blanco y percibe la malevolencia de que es objeto, es decir, cuando se manifiesta destructiva y angustiosa. Esto es lo que comporta una herida que solo la crea el estrés. Se trata de una herida en el amor propio, un ataque contra la dignidad, pero también, una desilusión brutal relacionada con la pérdida de confianza depositada en un partido o un candidato.

El estrés es destructivo si es excesivo, nos puede desgastar, incluso, llevarnos a una depresión por agotamiento.

El autocontrol y el manejo inteligente de la huida a la indeseable persuasión que nos someten los políticos, serían los factores determinantes que nos ayudarían a evitar el riesgo de caer en situaciones que nos ocasionarían estragos considerables de ilimitadas consecuencias.

Así, involucrarse de lleno en política es entrar en un conflicto en el que cada uno de los protagonistas pueden, teóricamente, defender su posición.

Entonces, ¿quién defiende a quién?… El estrés político es un aliado muy perjudicial de la perturbación y un rival peligroso de la paz interna.

El Nacional

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