Semana

PREOCUPACIÓN: Suplicio de Tántalo

PREOCUPACIÓN: Suplicio de Tántalo

Los diarios gratuitos, los que compramos y los digitales que leemos influyen en cómo entendemos al mundo y el diario vivir de las personas

Por el día que no queremos levantarnos de la cama o salir a la calle, es que nos atrevemos a pensar con seriedad sobre cualquier tema que nos preocupe, tomando en cuenta que podemos estar equivocados.

Pensando pondero la diferencia entre un diario matutino gratuito, que son los mejores para las preocupaciones de medio tiempo, contrario al que compramos, que son los portadores de las grandes preocupaciones de la vida cotidiana.

Entonces digo que todo es cuestión del tamaño del problema a plantear, al igual que cualquier otra cosa. Agregándole los diarios digitales, sumados a la nueva forma de comunicación, donde quiera que nos encontremos proporcionan otros tipos de terror a la siesta que por cansancio, nos proponemos hacer y le echamos un vistazo y ahí se acabó el sueñito.

Los tres influyen como entendemos al mundo, a los demás y a nosotros mismos en el diario vivir que, como la sombra de una cuchilla, nos roza la cabeza.

Eso de preocuparse por temas de actualidad, de toda una eternidad y ver que la única forma que lo superamos, en el país, es muriéndonos. No tiene gracia. Ejemplos: la Electricidad, la Declaración Jurada de los Funcionarios, donde descansa la búsqueda y la aspiración presidencial del que ha sido una y otra vez y del que ha perdido también una y otra vez.

No bien son elegidos o pierden, a reactivarse inmediatamente como si tuvieran en la cabeza un esprín de un colchón de mala calidad, desde donde nadie se atreve a esos insinuarles que posterguen sus aspiraciones “legítimas”.

La misma preocupación vale cuando llueve, por suerte no sucede cuando tiene mucho que no llueve. Las lluvias ponen en zozobra a los eternos damnificados de las orillas de los ríos de cualquier parte del país. Sumándole las denuncias de corrupción, de muertes y violencia intrafamiliar. ¿Existe la esperanza, en alguna parte perdida, de que algún día se vayan a resolver esos problemas por humano alguno, y no por el tiempo, el implacable?

Pensarse en el lugar de las situaciones anteriores como que huele a poco cristiano, y no es la intención. Lo que se quiere evitar es hacer lo mismo, pensar lo mismo y leer lo mismo de la realidad nacional. Tampoco deseo morir sin ver algo diferente, sin verme en la necesidad de pensar en la venida de nuestro señor Jesucristo.

Se sabe que no se puede ser juez y parte de la propia causa, pero alguien podría no tomarlo en cuenta y yo no salir airoso de una crítica que podría descalificarme aun sin conocerme o que nadie llegue a leer esto. Que conste, me importa. No quiero ofender a nadie, cosa que creo que es poco probable.

Imagínense, alguien que sea capaz de ofenderse en estos tiempos de lo bien qué vamos, a cuatro voces, por los anuncios del Gobierno y las declaraciones del Gobernador del Banco Central. De los que se buscan lo suyo haciendo lo que les da la gana, salen huyendo, sea en yola o por avión. Desde luego que no es recomendable. Lo digo por experiencia y quizá de sabiduría.

Mirando lo veo y lo oigo. Lo siento en las plantas de los pies. Lo que encuentro, al pasar el tiempo, son mueca tan vieja como mi cara, por la situación vivida. Al final, el grito es lo que prima y todo grito, con causa o sin ella, es desolación (que palabra tan larga y añuga, no sé cómo se le soporta). Cuando oigo a alguien quejarse, incluyendo a mí sombra, de los problemas eternos del país. Entonces me paro a dar una vuelta como para botar el golpe alrededor de donde me encuentro sentado.

Miro afuera y dentro de mí respira despacito otro, parecido al que se afeita con una navaja vieja. Trato de no penar, “pensando” que todo viene a ser como un golpe más de tantos recibidos. Si yo fuera el único que entendiera eso, pagara un espacio pagado, y “peso a morisqueta” que resolviera el problema, no el penar, por supuesto, sino lo que acabo de empezar a imaginar: ¡Oh Tántalo, Tántalo, a vos le queda chiquito a esta media isla!

El autor es abogado y escritor.

El Nacional

La Voz de Todos