Mientras las turbulencias financieras sacudían los centros bursátiles de la economía mundial durante la Gran Recesión (2008-2009) el Fondo Monetario Internacional (FMI) publicaba un informe titulado Acumulación de Reservas y la Estabilidad Monetaria Internacional elaborado por su Departamento de Estrategia, de Política y de Revisión.
En el citado documento se plantea la creación de una moneda mundial que fuese aceptada por todos, sustituyendo al dólar como principal divisa de la economía mundial.
Más del 60 por ciento de las reservas de los bancos centrales del mundo se encuentra depositada en dólares; en tanto que alrededor del 50 por ciento de las operaciones financieras en los mercados de capitales se hace en dólares; además, el 45 por ciento de los créditos mundiales y el 70 por ciento de las importaciones internacionales se realizan en dólares. Esa divisa sigue siendo la moneda de referencia.
La posición primigenia del dólar en la economía internacional fue consignada en la histórica Conferencia de Bretton Woods (1944) debido a la posición hegemónica alcanzada por Washington durante la Segunda Guerra Mundial (1939.1945), rechazándose la propuesta de Gran Bretaña sustentada por John Maynard Keynes que abogaba por la creación de una moneda mundial que denominó Bancor.
Pero el mantenimiento del dólar como la divisa por excelencia de la economía mundial es una verdadera supervivencia histórica, sobre todo si se toma en cuenta que en 1971 Estados Unidos dispuso la no convertibilidad del dólar en oro.
Téngase en cuenta que desde 1945 el dólar era convertible en oro. Para comprar una onza del preciado metal bastaba con dar 35 dólares. Esa credibilidad en el dólar estaba respaldada por el oro depositado en Estados Unidos; pero el gobierno de Richard Nixon (1913-1994) sepultó los acuerdos de Bretton Woods.
Durante décadas las transacciones comerciales y financieras se efectuaban en dólares que imprimía el Tesoro de EE.UU. El mundo se vio inundado de dinero falsificado, pues no contaba con respaldo en oro ni con riqueza material creada. Desde el 1971 creció la falta de confianza en la moneda norteamericana al disponerse la no convertibilidad del dólar en oro.
En pleno 2012 el deterioro de la economía estadounidense que se manifiesta en el astronómico endeudamiento público y los recurrentes déficits presupuestal y comercial ha puesto en evidencia la fragilidad del dólar. Pensemos en las enormes inyecciones de dólares dispuestas por el gobierno de Estados Unidos para rescatar a numerosas entidades financieras y empresas que se encontraban al borde de la quiebra.
Tras la compleja crisis financiera generada en Estados Unidos en el verano de 2007 el mundo dirigió su mirada hacia el dólar, abogando por una nueva arquitectura financiera internacional donde no exista una moneda nacional que ostente al mismo tiempo la condición de moneda internacional, tal como ocurre con el billete verde.
El FMI parece decidido a resucitar la propuesta keynesiana sobre una moneda mundial. Pero una pregunta se impone: ¿Se trataría de crear un nuevo orden monetario-financiero internacional a imagen y semejanza de los países desarrollados?