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PIB: no basta crecer

¿Podría afirmarse que todo crecimiento económico trae aparejado un mejor nivel de vida para sociedad, dejando de lado los criterios de distribución de la riqueza creada? ¿Existe una relación directa entre crecimiento y desarrollo social?

La producción de bienes y servicios a escala planetaria no detiene su curso. Se estima que el Producto Interno Bruto (PIB) mundial supera ya los 70 billones de dólares, siendo Estados Unidos la economía que produce mayores volúmenes de bienes y servicios con un valor que supera los 16 billones de dólares, aunque China se proyecta para el 2030 como el país líder del globo terráqueo en materia de generación de riqueza.

Quizá no será necesario esperar tres lustros para ver emerger al gigante asiático como el número uno dentro de la economía mundial, pues según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI) desde el último trimestre del 2014 China aporta el 16,5% de la economía mundial en términos de poder de compra, comparada con 16,3% de Estados Unidos”, medido a través de la Paridad de Poder Adquisitivo (PPP, por sus siglas en inglés)

Para diversos organismos internacionales la medición del PBI mediante el uso del método de la PPP ha devenido desde 1990 en la forma real de comparar economías ya que asimila los tipos de cambio entre las diversas monedas para que permita que una moneda tenga el mismo poder adquisitivo en cualquier parte del mundo.

SimonKuznets (1901-1985) fue un economista de origen ruso que se radicó en Estados Unidos desde el 1922, llegando a configurar en 1934 el sistema de cuentas nacionales norteamericano. Y de él son estas palabras: “Es muy difícil deducir el bienestar de una nación partiendo de una medición de los ingresos nacionales, tal como lo define el PIB, porque el objetivo de un mayor crecimiento debería especificar de qué y para qué”.

Y es que la simple medición del PIB no permite determinar el grado de desarrollo social y de bienestar de toda una población, porque más allá de la capacidad tecnológica y de la calificación de su fuerza laboral de que dispone un país, los criterios de distribución de esa riqueza material creada pasa por el filtro de los intereses de clase representado en las estructuras gubernamentales del Estado.

Es un mito sostener que todo crecimiento económico se traduce en la creación de mejores condiciones de vida para la población, dejando de lado la real y efectiva distribución de los ingresos más allá de la mecánica división del PIB entre el número de habitantes existente en un país, dando paso al manoseado indicador del PIB “per cápita”, es decir, por persona.

No existe una relación directa entre el aumento del crecimiento económico y la reducción de la desigualdad social y la pobreza, cuestión que adquiere vigencia cotidiana en América Latina y el Caribe, considerada como la región del mundo donde impera el mayor grado de desigualdad social.

Es bueno que la economía de un país crezca, pero es mucho mejor que ese crecimiento se haga con calidad y en función de una efectiva distribución de los ingresos que permita combatir las desigualdades y exclusiones sociales.

El Nacional

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