Una nación agradecida conmemora hoy el 200 aniversario del natalicio de Francisco del Rosario Sánchez, héroe de la Independencia y precursor de la Restauración, cuyo valor, lealtad y arrojo lo consagran en la historia como uno de los tres padres de la patria.
La tribuna y el campo de batalla fueron por igual escenarios donde Sánchez demostró pasión y fervor por la causa separatista y luego de repudio a la traición y represión tiránica de quien arriaría la bandera tricolor para enhestar la enseña colonialista a cambio de un título nobiliario.
Duartista de corazón, este insigne prócer suplió junto a Ramón Matías Mella y otros febreristas la prolongada ausencia por destierro de Juan Pablo Duarte, fundador de la República, por lo que fue un forjador y defensor de la patria.
Sus biógrafos lo definen como hombre noble, valiente, inteligente, firme en los principios, con excepcionales dotes de tribuno y militar que legó un ejemplo de sacrificio y martirio que la posteridad reconoce y resalta.
Estuvo al lado de Duarte durante la intensa persecución de que fueron objeto en 1843 los líderes del movimiento independentista por tropas haitianas, que obligaron al exilio, pero no pudo acompañarlo al destierro porque estaba muy enfermo.
Tan pronto el general Pedro Santana inició aprestos para conculcar la proclamada independencia y reducir el Estado dominicano a la condición de colonia de España, Sánchez se lanzó junto a una veintena de compatriotas a la ingente empresa de impedir ese vil trasiego de la soberanía.
A la cabeza de una expedición que ingresó por Haití con el propósito de derrocar la dictadura colonialista, Sánchez fue herido durante una emboscada por tropas leales a Santana, a su paso por El Cercado, y ejecutado junto a sus compañeros en el cementerio de San Juan de la Maguana.
Francisco del Rosario Sánchez alcanzó por su valor y sacrificio la condición histórica de héroe de la Independencia y mártir de la Restauración, por lo que forma parte de la triada de Padres de la Patria, ejemplo que ilumina a la República, cuyas generaciones están compelidas a emular cada vez que malos hijos o fuerzas extranjeras intenten contra la soberanía nacional.
