Opinión

PUNTOS… Y PICAS

PUNTOS…  Y PICAS

Carlos Manuel Estrella

Paradigma Pedro Martínez

 

El deporte como actividad física y mental competitiva de dimensión universal manifestada en olimpíadas como máxima exposición concita atención masiva, convoca adherencias de fidelidad y admiración en fanáticos y genera unidad nacional cuando se trata de competiciones extraordinarias.

En el caso de los dominicanos, el béisbol es pasatiempo nacional, parte de la idiosincrasia y marca país como exportador de talentos que descuellan en la organización de Grandes Ligas estadounidenses, escenario competitivo mayor con exigentes requisitos de sanidad física y mental.

La hazaña de Pedro Martínez con su ingreso al Salón de la Fama de Cooperstown, lugar que inmortaliza la carrera atlética en Grandes Ligas, trasciende no solo por las estadísticas impresionantes de su desempeño como lanzador durante 17 temporadas, sino por su perfil dentro y fuera del campo.

El nativo de Manoguayabo, quien luego de 32 años se unió a Juan Marichal como segundo inmortal dominicano en la élite de Cooperstown del grupo de más de 640 nativos que han pasado por “la gran carpa”, es apenas el duodécimo latinoamericano con esa excelsa distinción.

Martínez es extraordinario no solo por su dominio y destrezas como lanzador en el montículo sino por su perfil más allá del campo de juego, con comportamiento libre de contaminaciones pecaminosas que fueron tentación en atletas de alto rendimiento, por defender su sector, su país y la juventud.

Por eso es paradigma, se erige como modelo a seguir, es vencedor de limitaciones de su extracción humilde, conserva pureza corporal como atleta, representa esfuerzos extraordinarios para imponer su calidad y sostiene un discurso coherente, ético, reivindicativo y estimulante para jóvenes peloteros.

Martínez tiene imagen de triunfador en buena lid, con responsabilidad frente a familia, comunidad y deportistas, además de ganar admiración y adhesión por su inmortalización que une a dominicanos en celebración colectiva. ¡Salve, Pedro el Grande!

El Nacional

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