Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Ley y discurso.-

En esta tierra de nuestros amores y dolores, que según declaró el ilusionista de Cristóbal Colón fue la que más amó, siempre ha existido un divorcio entre la ley y el discurso de las autoridades. La ley, como norma jurídica obligatoria, se aprueba para ser cumplida.

Pero el discurso político se dice o se escribe para encantar y aparentar que se corresponde con la ley. Así actúan, y sin importar quienes representen el gobierno, tanto en lo oficial como en los sectores de la oposición política. Es por eso que debemos aprender a leer la práctica, más que los discursos.

Algunos piensan que ese mal es reciente. Pero es tan viejo como el llamado descubrimiento de América. Recordemos que el Almirante de la Mar Oceánica interpretó las Capitulaciones de Santa Fe para aplicarlas con su título de Gobernador de estos predios.

Esas Capitulaciones de Santa Fe constituyeron el contrato que suscribió el genovés con la Reina Isabel La Católica para emprender la aventura marina, en busca de nuevas rutas para llegar al mundo de las especias.

Y le sirvieron de ley suprema para justificar todas las arbitrariedades que se le ocurrieron, en primer lugar, contra los aborígenes y, en segundo lugar, contra sus propios compañeros de conquista.

Las tropelías que inauguró Colón en esta isla se extendieron sin fin. En el período colonial español hubo lucha contra ese proceder, porque como afirmó Michel Foucault, donde hay poder, hay resistencia. Es la lucha dialéctica de los contrarios. Por eso Roldán, apoyándose en un grupo de sus secuaces españoles, se amotinó para que lo incluyeran en la danza de los privilegios de la época.

De parte de los taínos, el cacique Enriquillo encabezó una hermosa rebelión, que legó a los pueblos rebeldes del futuro muchas y sabias lecciones de tácticas militares para las luchas en las maniguas. Y de parte de los negros esclavos, introducidos aquí para sustituir la débil mano de obra indígena, se produjeron las cimarronadas de Lemba, como grito de libertad de los que se morían explotados en las minas y las plantaciones. Los posteriores movimientos libertarios, son historia patria.

En ese período colonial español las normas se violaban olímpicamente. El discurso oficial decía que se acataban, porque procedían de la corona soberana, pero no se cumplían, debido a que las condiciones reales no lo permitían. Y se amparaban en que entre el momento en que se dictó la real cédula o ley de la corona, y el tiempo en que llegaba a la colonia, que era de meses, las condiciones habían cambiado. La encomienda, como primera institución jurídica, fue escenario lastimero para esos desacatos.

De manera que las violaciones de las normas, justificadas con un discurso clientelista, patrimonialista y demagógico, fueron aquellos polvos que trajeron los lodos que hoy padecemos.

Y esto seguirá ocurriendo hasta que nuestra clase dominante deje de aparentar que necesitamos más leyes, en lugar del cumplimiento de las existentes.

El Nacional

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