Opinión

Quintaesencia

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La fisonomía política que tiene el sistema capitalista, denominada democracia, puede recibir diversas lecturas. Y cada una de ellas lleva  a múltiples interpretaciones. Sobre todo si el sujeto lector posee una formación intelectual integral, que le permita conocer el pensamiento universal, desde las fundacionales reflexiones griegas, las precisiones de la escuela analítica italiana, hasta llegar a nuestros días.

Por esa razón, a la democracia se le puede poner múltiples apellidos. Así se habla de una democracia conservadora o liberal; popular y plebiscitaria; de papel o dictadura ilustrada, o de una democracia social y constitucional.

 La democracia conservadora tiende a mantener  valores superados e instituciones inoperantes y desacreditadas. Finge cambios formales para que el fondo permanezca invariable. En cambio, la democracia liberal busca liquidar los peores remanentes del pasado y abre las compuertas a manifestaciones populares que se consideraban tabúes. La democracia popular y plebiscitaria se distingue por la preeminencia de las grandes masas y su incursión, por medio de consultas, en la toma de las  decisiones más importantes. La democracia de papel o dictadura ilustrada se produce cuando un líder con sueños mesiánicos se erige por encima de la colectividad para dirigirla con métodos coercitivos y proyectos personalistas. Y la democracia social y constitucional es el estadio más elevado de la sociedad capitalista. Su rasgo  distintivo es el establecimiento del Estado de Derecho, por medio del reconocimiento  de la supremacía de la Constitución y el respeto irrestricto de los derechos fundamentales.

Todas las sociedades sufren y viven en el curso de su historia esos estadios de desarrollo de la democracia.

En nuestro país, producto del atraso económico, social y político, que produce una lamentable anemia en la conciencia nacional, los niveles de la democracia se dan en desorden y confusión, con saltos mortales y retrocesos. Se debe a la arritmia histórica que nos ha tocado padecer, impuesta por las fuerzas nacionales retrógradas y los poderes extranjeros con pretensiones imperiales.

Ciertamente, así ha sido y es. Por ejemplo, la democracia conservadora, de papel y la dictadura ilustrada la padecimos desde el nacimiento de la República, con el general Pedro Santana como jefe del Estado. Luego la prolongaron Buenaventura Báez, Ulises Heuraux (Lilís) y Trujillo. El doctor Joaquín Balaguer, durante sus doce años de gobierno, fue el último representante de esa barbarie democrática. Sin despojarla del autoritarismo, los atropellos y asesinatos, la ilustró con su inmensa cultura clásica.

La democracia liberal, popular, plebiscitaria, social y constitucional la ensayamos con los ideales de Juan Pablo Duarte y los trinitarios; con Gregorio Luperón y la Guerra de la Restauración; con Francisco Alberto Caamaño y la Guerra de Abril. También procuramos materializarla con los gobiernos de Francisco Ulises Espaillat y Juan Bosch, que duraron tanto como una flor en duro invierno.

Ahora le toca el turno privilegiado al doctor Leonel Fernández, como presidente de la República, y a las fuerzas sociales progresistas para instaurar la democracia constitucional. Y ella se logra con un Estado Social y Democrático de Derecho.

No es ni accidental ni por casualidad, sino por causalidad que en el proyecto de reforma a la Constitución sometido por el presidente Fernández al Congreso Nacional se consagró la creación de un Estado Social y Democrático de Derecho. Está inspirado en “…el ordenamiento jurídico, la libertad, la igualdad, la justicia, la solidaridad, el pluralismo y la paz.”

El turno de Leonel es privilegiado porque se beneficia de las experiencias  acumuladas; de las ideas de Kant, Kelsen, Bobbio, Mill y Schumpeter; de Bovero, Zaffaroni, Ferrajoli y Badinter, entre otros; de un panorama internacional favorable por los vientos progresistas en Latinoamérica, la crisis financiera global y los problemas que enfrenta Barack Obama en el coloso del Norte.

Las condiciones están dadas para crear la Democracia Social, protegida por una jurisdicción constitucional especializada e independiente, como la quiere el pueblo, expresado en la Consulta Popular. No perdamos la oportunidad. Así sea.

rafaelciprian@hotmail.com

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