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Rectas duras y pegadas

Rectas duras y pegadas

Quien ejerce este oficio está en la obligación de blindarse, crear una coraza que soporte ingratitud, desfachatez, mediocridad, chantaje, soborno y demás yerbas aromáticas que crecen silvestres en el medio. 

Es recurrente encontrarse con personas que ante sus tropiezos, sus fracasos, se creen con el derecho de culpar a los periodistas y desbarrar a un aliado que de forma desinteresada, salvo excepciones que regularmente son fichas conocidas que se prestan para toda clase de tretas, presta su colaboración dando difusión a sus actividades y proyectos.

Toda esta reflexión es provocada por el escándalo, el “boom” que se quiere hacer con un supuesto relanzamiento de la carrera del púgil Joan Guzmán, quien ha cumplido con un amplio programa de relaciones públicas para colocarse en la palestra después de un bajo perfil producto de sus errores.

Todos en este país admiramos y llegamos a cifrar esperanza en las cualidades de este boxeador salido de las mismas entrañas del pueblo, de Guachupita, por su exitosa y dilatada carrera en el plano aficionado y sus indiscutibles condiciones.

Sin embargo, desde que el bulto, el “aguaje y el movimiento” se apoderaron de Joan y de su entorno su proyección y trayectoria se fueron eclipsando. Recuerdo la barbaridad que resultó, lógicamente para coger a este pueblo de pendejo, airearon a los cuatro vientos un supuesto combate contra Manny Pacquiao que solo estaba en la cabeza de él y un grupo de “bulteros” que fracasaron en el diseño de esa estrategia.

Ahora se destapa Guzmán, luego de “vencer” a un chinero que le pusieron disfrazado de boxeador, lógicamente para inflarle la foja y buscar colocarlo en los primeros planos otra vez, criticando a los periodistas de darle la espalda mostrando una prepotencia como si ya tuviera otro cetro mundial en su poder y recuperado el estrellato.

La culpa de su descenso, de perder la credibilidad y el respeto que bien se ganó, fue usted señor Guzmán porque su alejamiento de la disciplina lo llevó en dos ocasiones a no hacer el peso reglamentario, algo imperdonable en el mundo del boxeo.

En septiembre del 2008, canceló su pelea ante Nate Campbell luego de desmayarse tras el pesaje cuando trató de rebajar las libras de más en el plazo de dos horas que le otorgaron y después, en un hecho imperdonable, volvió a faltarse el respeto cuando no hizo el peso reglamentario para enfrentar a Ali Funeka en Las Vegas, pasándose casi 9 libras del límite de 135.

Un Joan engreído y con ínfulas de grandeza vuelve ahora creyéndose con derecho de culpar y atacar verbalmente a los periodistas que tanto han resaltados sus hazañas… Verdad, la memoria no se hizo para ingratos.

El Nacional

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