Opinión

Santos en la historia

Santos en  la historia

Todos los santos están en el cielo. Y entre los que permanecen en la tierra, hay uno que por su gran obra se ha asegurado por lo menos un espacio de honor en la historia. Se trata de Juan Manuel Santos, el presidente de Colombia, a quien por su tenacidad le corresponden todos los méritos sobre el acuerdo de paz suscrito entre su Gobierno y la guerrilla. Fueron muchos los obstáculos que sorteó sin renunciar a su objetivo de poner fin a través del diálogo a una lucha armada que en sus 50 años dejó más de 200 mil muertos, unos 45 mil desaparecidos y alrededor de seis millones de desplazados.

El primero en torpear la iniciativa fue el expresidente y antiguo mentor del actual mandatario, Álvaro Uribe. Con una concepción ultraconservadora, la misma empleada por expresidentes norteamericanos como Ronald Reagan y George Bush, (padre e hijo), Uribe ridiculizó los esfuerzos con la advertencia de que con “terroristas” no se negocia, además de que estaba destinada al fracaso. En muchas ocasiones se interrumpieron las conversaciones y se violaron convenios a que se había llegado, fomentándose el pesimismo en la población y alimentando el morbo de los opositores, pero Santos nunca se amilanó. Creía en el diálogo y en la posibilidad de ese acuerdo de cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, así como de dejación de las armas y garantías de seguridad.

Había que estar muy convencido, como lo estaba Santos, para mantener un diálogo de paz con los líderes de una organización en que la inmensa mayoría de sus integrantes nacieron y se criaron en las montañas, prácticamente ajenos a la civilización y sin conocer otro medio de supervivencia o de lucha como no sea el de las armas. Los fundadores hace tiempo que murieron, sea en combate o por causas naturales. Santos podía ser alentando por los amigos de la paz para que mantuviera el diálogo, que siempre tuvo como escenario La Habana, Cuba, pero era desalentado por los enemigos y por las atrocidades de las propias Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Convencido de que se podía llegar al arreglo que se llegó, no retrocedió en su iniciativa.

Que el combate armado haya dejado de ser forma de lucha es harina de otro costal. Lo que merece destacarse es el gran compromiso por la paz y la seguridad de que disfrutará Colombia gracias al histórico acuerdo que ha sido posible por la tenacidad de un gobernante. Si en 50 años el conflicto no se había resuelto, entonces no procedía seguir peleando, sino recurrir a ese gran instrumento de negociación que es el diálogo. Santos, con el convenio, se ha asegurado su lugar en la historia, a la que ha entrado por la puerta grande.

El Nacional

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