Opinión

Sed de justicia

Sed de justicia

No existe ninguna duda de que el mundo cambia constantemente; se imponen las leyes de la dialéctica. La justicia se ha ido abriendo paso con respecto a sonados casos de abuso de poder y crímenes abominables que han conmovido a grandes conglomerados sociales, más allá de las fronteras donde se ventilan.

Un tribunal de la Corte Suprema condenó el pasado martes a 25 años de cárcel al ex presidente Alberto Fujimori, de 70 años, quien gobernó al Perú desde 1990 hasta el 2000. Fue hallado culpable de las matanzas de Barrios Altos en 1991 y La Cantuta en 1992 y los secuestros del periodista Gustavo Gorriti, y del empresario Samuel Dyer, en 1992.

En Barrios Altos, en Lima, 15 personas fueron acribilladas usando ametralladoras con silenciadores. En la Universidad de La Cantuta, nueve estudiantes y un profesor fueron secuestrados y asesinados, y sus cuerpos incinerados y enterrados en las afueras de Lima.

En la corte de El Paso, EU, Luis Posada Carriles fue acusado de perjurio el pasado miércoles, entre los 11 cargos federales sobre su participación en una serie de explosiones en 1997 en puntos turísticos en Cuba. El terrorista venía siendo apoyado de forma soterrada por la administración Bush.

El peligroso sujeto, de 81 años,  —de origen cubano, nacionalizado venezolano— había sido encausado previamente de seis delitos, inclusive de fraude migratorio, perjurio y de obstruir un proceso federal, en su afán de convertirse en ciudadano estadounidense. 

Fue condenado en Venezuela por colocar una bomba en un avión de Cubana de Aviación en 1976, procedente de Barbados, hecho en que murieron 73 personas. El 18 de agosto de 1985, un operativo montado por la CIA con la ayuda de la Fundación Nacional Cubano Americana “fugó” a Posada Carriles de una cárcel de Caracas.

Estos sujetos y sus socios, fingiendo que todos somos iguales ante la ley, pero seguros de que no es así ante los que se encargan de ejercerla, cometieron actos de terror. Uno dio órdenes para secuestrar y asesinar personas, el otro las dio para colocar bombas, investidos del poder que dan los estados y sus agencias del crimen.

El holocausto de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, y más recientemente el de Irak, ordenados por los halcones de Washington, y los crímenes del sionismo en la Franja de Gaza contra el pueblo palestino no quedarán impune y serán siempre repudiados por el género humano como los del nazi-fascismo.       

Los casos Fujimori y Posada Carriles son una clara señal de que la impunidad puede imponerse por un tiempo, pero no para siempre. Debe servir de enseñanza a quienes investidos de poder usan la fuerza contra los pueblos para conculcarles sus derechos y pisotear su dignidad.

Pese a esos hechos y advertencias, algunos insisten en sus depravados comportamientos, como si fueran parte enfermiza del conglomerado descrito por el laureado escritor José Saramago, como el mar de leche, en su “Ensayo sobre la ceguera”. 

El Nacional

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