Opinión

Síndico de la oposición

Síndico de la oposición

De acuerdo a las cosas que observo en los diferentes sectores que conforman el Distrito Nacional, todo parece indicar que el doctor Rafael -Fello- Suberví volverá a ser el alcalde de la capital. Digo esto porque, en mis andanzas participativas en diferentes torneos de dominó, tengo la oportunidad de compartir con personas de las variadas capas sociales y -en su gran mayoría- se identifican con que el amigo Fello sustituya al hoy jefe de la Alcaldía, Roberto Salcedo.

Por lo que veo en esos lugares, él deberá ser el escogido por la oposición para triunfar en el principal municipio de la República Dominicana. Como periodista, tuve la oportunidad de dar seguimiento a su trabajo en los clubes, ligas e instituciones deportivas durante las dos veces que se desempeñó como principal funcionario municipal en el Distrito Nacional.

Esa labor fue magnífica y los clubes, sin distingos partidistas, religiosos, económicos o de cualesquiera índoles, tuvieron acceso al disfrute del respaldo de la corporación edilicia capitalina.

La inmensa labor de Fello no sólo fue en el campo del quehacer deportivo. También trabajó efectivamente para mantener la limpieza en una sindicatura que se extendía por más de mil kilómetros cuadrados y con un precario presupuesto.

Nada más hay que ver que -hoy día- el Distrito Nacional apenas tiene una dimensión que no pasa de los 104 kilómetros cuadrados y los municipes estamos al grito con el mal servicio que nos dan sus actuales autoridades.

Siendo un poco conservador, se puede observar que -en las esquinas en donde existe la pluralidad de ideas- siete de cada diez personas se quejan de que Roberto únicamente beneficia a los sectores pudientes, mientras los barrios pobres (que son la mayoría) están llenos de basura y ausentes de inversiones de su ayuntamiento.

Esas personas hacen las debidas comparaciones entre la muy deficiente labor salcedense, en 104 kilómetros, y el beneficioso programa desarrollado por Fello en los entonces más de mil kilómetros del antiguo Santo Domingo.

El Nacional

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