En estos días buscaba a un amigo en el muelle de Santo Domingo, y mientras anduve por cada rincón pensaba sobre nuestras condiciones privilegiadas respecto de otros países que, no obstante cualquier limitación, le sacan provecho a todo. Vivimos en una isla y desperdiciamos oportunidades. ¿Tenemos la posibilidad de revisar nuestra condición de isleño?
Deberíamos expandirnos. En los años setenta y en los ochenta se nos decía que República Dominicana era estratégicamente importante por su posición en el Caribe. Pero el tiempo nos pasa envejeciendo y, aunque es obvio que avanzamos, lo que todos sentimos es que debimos y pudimos haber logrado mucho más en veinte o treinta años. ¿Qué hacemos con nuestros puertos y muelles?
Hay en el país doce terminales aprovechables para competir en mejores condiciones mirando la ampliación del canal de Panamá. Datos oficiales indican que el 96% de todo lo que se mueve “a nivel del comercio internacional y local se hace por vía marítima y se pone de manifiesto el privilegio de la posición geográfica”, de nosotros como isla.
Al entrar a la web“aduanas digital”, ¿qué leo? Dice clarito lo que transcribo: “Los puertos dominicanos deben centrar sus objetivos en atraer nuevos tráfico de mercancías, interconectar áreas económicas, eficientizar sus servicios para ser competitivos, colaborar con las entidades gubernamentales para tener puertos ágiles y seguros, optimizando el tiempo de despacho”.
Y ocurre que, a propósito del tiempo de despacho, hay unos tiempos establecidos en el DR-CAFTA, de 48 horas y la Ley no. 226-06 establece 24 horas.
Tal vez necesitamos de políticas públicas que nos empujen hacia una visión más integral sobre el uso de puertos y muelles respecto del desarrollo nacional en un contexto de mayor competencia y competitividad. Y creo que nos está haciendo falta un poquito de todo, de todo, y en especial vernos conscientemente como una isla en el Caribe, con ventajas y desventajas.
