Opinión

Sospechas

Sospechas

En 1965, el filósofo y antropólogo francés Paul Ricoeur (1913-2005) publicó “De l’interprétation. Essai sur Sigmund Freud” (Freud: una interpretación de la cultura), en donde la frase “les maîtres du soup-çon” (los maestros de la sospecha) comenzó a dar vueltas constantemente en las esferas del pensamiento mundial.

Ricoeur afirmó en su ensayo “que la escuela de la sospecha la dominaban tres maestros que, aparentemente, se excluían entre sí: Karl Marx, Fredric Nietzsche y Sigmund Freud”, los que “aunque desde diferentes presupuestos, consideraron que la conciencia en su conjunto es una conciencia falsa”. Marx, —según Ricoeur— “porque la conciencia se falsea o se enmascara por intereses económicos; Freud por la represión del subconsciente, y Nietzsche por el resentimiento del débil”.
Aunque ubicados en diferentes épocas, Ricoeur considera que estos tres autores centraron sus críticas “en una forma de entender el mundo que llega hasta nuestros días y sus visiones son, en cierta medida, aún vigentes”.
Por eso, por estar de acuerdo con Ricoeur, yo sospecho de todo: sospecho de nuestra justicia, que juega a las escondidas con los delitos; sospecho de los detentadores del poder, que prevarican para alzarse con el santo y la limosna; sospecho de los encargados de protegernos, ya que ni ellos mismos sirven para protegerse; sospecho de los educadores que confunden los verbos y sus tiempos, comiéndose las eses; sospecho de los legisladores que legislan para favorecerse con adendas; sospecho de los que se tachan de honrados porque aún no les ha llegado el momento de deshonrar; sospecho de los economistas que no compran en los supermercados; sospecho de la verdad oficial, que nos abruma de propaganda escatológica; sospecho de la noticia enmascarada que se sirve como posverdad; sospecho de los que se visten de arrogancia para ocultar sus frustraciones; sospecho de la farmacología que nos esclaviza con placebos; sospecho de la irrealidad que el gobierno nos vende como realidad; sospecho de esta economía que vivimos, que convierte en más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.

Sí, sospecho de nuestras altas cortes que sólo apuntan hacia un solo lado; sospecho de nuestros guías culturales que se asientan en peñas elitistas; sospecho de nuestro sistema carcelario que no mide con la misma vara a los presidiarios; sospecho de la iglesia que protege a sus farsantes; sospecho de los músicos urbanos, que asesinan versos y melodías; sospecho de la modernidad y la posmodernidad por la rápida extinción de los períodos; sospecho de los vendedores de esperanza por convertirse en embaucadores de conciencias; sospecho de los que, convencidos de sus engaños, nos venden constantemente sus mentiras; sospecho de los afiebrados por trascender socialmente, que venden sus intelectos al mejor postor; sospecho de los llamados a salvaguardar nuestra frontera y mercadean nuestra soberanía; sospecho de los que, izando la bandera de la compasión por el “pobre haitiano”, llevan el país hacia una catástrofe; sospecho de los que siempre sospechan para no ser sospechados.

El Nacional

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