Opinión

Una campaña prematura

Una campaña prematura

La campaña prematura que han iniciado algunas personalidades políticas como pre-candidatos a la Presidencia de la República en el 2016, es merecedora de atención por quienes siempre hemos estado preocupados por el futuro del país.
Observamos cómo algunos de los aspirantes son al propio tiempo funcionarios públicos de alto copete, lo que crea la impresión, errada o no, de que se valen de sus cargos para beneficio propio, a sabiendas de que carecen del carisma necesario para lograr sus objetivos. Si un aspirante que tiene bajo su mando, supongamos, a 3.000 empleados, ¿cuántos de ellos se atreverían a no participar en las actividades políticas de su superior para hacer bulto? Creemos que ninguno. ¿Quién paga los gastos de sus movilizaciones? ¿El aspirante o la cartera que dirige y que se nutre a través de los impuestos que paga el pueblo?
En el caso del partido del gobierno, esa prematura campaña con miras a unas elecciones para cuya celebración faltan casi tres años, no hace más que distraer a la opinión pública y, de paso, como si se tratara de “una mano extraña”, entorpecer el desempeño del presidente Danilo Medina, quien hasta ahora luce lleno de buenas intenciones.
Pero resulta que de buenas intenciones, como dice el refrán, están orillados los caminos del infierno. Por más que lo desee, el presidente Medina no puede por ahora liberarse de ciertos grilletes que le impiden quitar de su lado a colaboradores seriamente cuestionados en su ejercicio público, y que no responden a los lineamientos políticos del Jefe del Estado.
Los funcionarios que participan en esa campaña prematura, que saben que no irán a ninguna parte, excepto para al final apoyar a Leonel Fernández, deberían ocuparse seriamente de sus funciones más eficientemente, para ayudar a su propio Presidente a sortear una crisis que él no creó y de la que es responsable su antecesor.
Si es necesario explotar nuestros recursos mineros, sin que las multinacionales se quieran llevar la gran tajada, eso debería hacerse con apago irrestricto a las normas ambientales y ecológicas, pues podría llegar un momento en que por una explotación indiscriminada nos quedemos sin ríos y sin floresta.
En ese sentido, la reciente marcha organizada en La Vega, por la iglesia católica, con monseñor Antonio Camilo, es una muestra palpable de cómo el pueblo ha captado la señal para proteger nuestros bienes más preciados, pues la indiferencia sería fatal. Los enemigos de los recursos naturales, a quienes les importa poco el destino del pueblo, viven siempre atentos a los descuidos para siempre colarse y hacer de las suyas.