Opinión

Unas de cal….

Unas de cal….

Las falsas medicinas

Don Pepe era una de esas personas queridas por todos en su comunidad,  por su don de servicio hacia los demás y por su trato con la gente.

En el barrio Sal si Puedes habría sido el síndico natural, diputado, senador o Presidente si los barrios tuvieran el rango de municipio, provincia o de país.

Era un hombre tranquilo y  respetuoso como el que más, y se entregaba en cuerpo y alma a facilitarles las cosas a los demás, en la medida de sus posibilidades.

Siempre estaba dispuesto a atender a quien necesitara un servicio suyo, y hasta se ofendía si algún vecino trataba de pagarle por algo.

Una tarde, mientras ayudaba a su compadre Generoso a amarrar un perro guapo que había roto su cadena, el animal lo atacó.

No pudo morderlo como quería porque su amo se lo impidió, pero llegó a causarle algunos rasguños en una pierna con sus afilados dientes.

Eran lesiones sin importancia aparente y ni él ni su compradre se preocuparon por el asunto.

Ni siquiera se les ocurrió ir a que algún médico le viera la leve mordida, porque se trataba de simples rasguños.

Pero los días pasaron y las lesiones no cedían ante los remedios caseros. Se puso ajo majado, masticadura de tabaco, limón con sal, sábila y quién sabe cuántas otras cosas del recetario popular. Pero nada parecía tener propiedades curativas capaces de sanarlas.

 Por el contrario, la pierna comenzó a inflamarse y cuando don Pepe ya no podía con ella a causa de la hinchazón, decidió ir a la consulta en un hospital.

El médico lo vio y sin profundizar mucho en el asunto, le indicó penicilina y antiinflamatorios, lo que parecía confirmarle a don Pepe que se trataba de una simple mordedura.

-Ese jodío perro de mi compradre Generoso parece que tenía los dientes envenenados, porque lo que me hizo fueron dos aruñacitos y fíjense lo malo que se ha puesto éso, decía con frecuencia en son de chanza.

Pero siguió pasando el tiempo sin que la hinchazón de su pierna cediera, a pesar de que él era riguroso con el cumplimiento de las dosis y las horas a que debía tomar sus medicinas.

Los días se convirtieron en semanas y éstas a su vez llegaron a meses, y la situación de don Pepe seguía de mal en peor.

Cuando empezó a perder fuerzas y a sentir insistentes fiebres volvió al hospital y el doctor lo regañó con palabras bastante fuertes.

Lo acusaba de no haber tomado las medicinas que él le indicó, y don Pepe hasta se enfureció porque a él nadie podía discutirle eso.

 Él había cumplido al pie de la letra las indicaciones del doctor, y extrañamente éste decía lo contrario sin tener pruebas, cosa que a decir verdad es capaz de enfogonar a cualquiera.

-Es más, si es verdad que usted se está tomando el medicamento, tráigamelo mañana, para yo verlo, le dijo el médico para terminar la discusión.

Don Pepe estuvo de acuerdo y al regresar al día siguiente se fue más lejos: También le llevó al doctor el “blíster” en el que estaban empacadas todas las pastillas que se había tomado tratando de contrarrestar su dolencia.

La gran sorpresa se la llevó cuando al presentarle al médico la prueba de que había cumplido sus recomendaciones, tuvieron que llegar a la conclusión de que los dos tenían razón.

Él se había tomado el medicamento tal como le recomendó hacerlo el doctor. Pero no había tomado la medicina que le recetaron porque la que compró en la farmacia era falsa.

Lo internaron y comenzaron a administrarle medicinas auténticas, pero ya se había hecho tarde para recuperar la salud, y por más que en el hospital trataron de revertir su situación, don Pepe murió pocos días después.

Y los falsificadores de medicinas siguen al ataque. ¿Cuántos más tendrán que morir antes de que los detegan?

victormendez23@hotmail.com

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