Washington. EFE. La historia del congresista demócrata Anthony Weiner ha abierto un debate en EU sobre el sexting, la cada vez más común costumbre de enviar imágenes subidas de tono, y la posibilidad de que sea la punta del iceberg de un trastorno sexual.
La dimisión de Weiner el jueves, tras dos semanas de polémica por la aparición de fotos y mensajes sexuales que envió a través de la red social Twitter, estuvo precedida de un redoble de tambor- el anuncio de que se sometería a un tratamiento para acabar con ese comportamiento.
La búsqueda de ayuda profesional parece normal en el caso de una figura pública a la que ese tipo de conducta le ha costado su carrera, pero para muchos, se trata de una medida desproporcionada para una tendencia aparentemente inofensiva y bastante generalizada.
Al menos el 6 % de los estadounidenses mayores de 18 años han enviado alguna vez imágenes sexualmente sugerentes por mensajes de texto, con un desnudo parcial o completo, y el 15 % las han recibido, según un reciente informe del centro de investigación Pew.
La conducta de Weiner puede no haberle conducido a cometer una infidelidad física, pero sí denota una carácter compulsivo comparable al que muestran los alcohólicos y los adictos a las drogas o al juego, según el fundador del Instituto de Rehabilitación Sexual de Los Ángeles, Robert Weiss.