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Ven la angustia en la infancia marca la salud

Ven la angustia  en la infancia  marca la salud

MADRID, España. (elmundo.es). La infancia debería ser el tesoro más preciado del ser humano. Para muchos lo es. Sin embargo, no siempre esta etapa de la vida es el momento donde más mimos se reciben, sino que algunos niños pasan por duros acontecimientos que pueden marcarles de por vida. De hecho, sufrir situaciones de estrés o angustia puede dañar la salud desde la infancia. Según los datos de un estudio, vivir durante los primeros años de vida situaciones de angustia persistente se asocia con mayor riesgo cardiovascular.

“Este estudio apoya la creciente evidencia de que el sufrimiento psicológico contribuye a tener un mayor riesgo cardiovascular y de enfermedad metabólica, y que puede iniciarse relativamente pronto en la vida”. Así de claro se muestra Ashely Winning, del departamento de Ciencias Sociales y de la Conducta de la Facultad de Salud Pública de Harvard y principal autor del estudio, cuyos datos publica la revista Journal of the American College of Cardiology (JACC).

Para llegar a esta conclusión, los investigadores analizaron los datos sobre estrés y salud mental de 6.714 participantes del estudio British Birth Cohort Study, iniciado en 1958 y que se ha prolongado durante 47 años. La información se recogió a los siete, 11, 16, 23, 33 y 42 años de edad de cada participante. Además, también se registraron los datos de nueve indicadores biológicos de cada uno de ellos a los 45 años, para lo que se utilizó información de análisis sanguíneos y de tensión arterial.

Tras ajustar todos los factores que podrían afectar a la asociación con enfermedad vascular, -como el nivel socioeconómico, las conductas relacionadas con la salud o la medicación que cada uno tomaba-, los investigadores encontraron que el riesgo de las personas que habían pasado por experiencias muy angustiosas ya de adultos no era diferente al de aquellas que habían pasado por momentos poco angustiosos a lo largo de su vida. Sin embargo, aquellos participantes que habían sufrido una angustia persistente en su infancia o quienes prolongaban este problema en su etapa adulta tenían un riesgo significativamente más alto, incluso después de considerar otros factores.

“Aunque los efectos del estrés en la infancia en el riesgo cardiometabólico parecieron mitigarse un poco si la angustia se reducía en la etapa adulta, no desaparecieron”, subrayan los autores. “Esto pone de relieve el impacto potencialmente duradero de una situación estresante en la infancia en la salud física del adulto”.

“También es cada vez más evidente que la adversidad en el entorno social del niño aumenta la probabilidad de desarrollar altos niveles de angustia. Por lo tanto, las estrategias de prevención y de intervención temprana centradas no sólo en el niño, sino también en sus circunstancias sociales, pueden ser una forma efectiva de reducir los duraderos efectos nocivos de la angustia “, ha señalado en un comunicado Winning.

Hay dos mecanismos, directos o indirectos, que podrían explicar esta asociación. Por un lado, la angustia, o una depresión, podría conducir a conductas menos sanas, como fumar o inactividad física. Por otro lado, los problemas psicológicos tienen un impacto biológico más directo en la salud, al alterar mecanismos neuroendocrinos relacionados con la respuesta al estrés, que pueden conducir a un efecto deletéreo en procesos relacionados con el funcionamiento cardiovascular, incluidos el funcionamiento del sistema inmune, la tensión arterial y el metabolismo lipídico.

En el editorial que acompaña a la revista, E. Alison Holman, reponsable del Programa de Ciencias de la Enfermería en la Universidad de California (Irvine), explica que, según el estudio, los médicos no deberían centrarse exclusivamente en los factores de riesgo cardiovascular conocidos, como el tabaquismo, la obesidad, el colesterol elevado y la falta de ejercicio, sino que deberían abordar factores de riesgo subyacentes que afectan a los pacientes.

“Si tenemos en cuenta un contexto social más amplio, decirles a los pacientes que pierdan peso, dejen de fumar, coman una dieta mejor sin abordar la tensión o la angustia subyacente podría fomentar conductas no saludables y ser contraproducente”, señala Holman. “De hecho, al asesorar o dirigir a nuestros pacientes para que cambien sus comportamientos, minamos su confianza en nosotros y podemos agravar su angustia, especialmente si se sienten atascados o no pueden hacer los cambios recomendados”.
Por este motivo, Holman sugiere realizar una entrevista motivacional centrada en el paciente, para poder detectar la exposición a un trauma o el estrés, y llevar a cabo enfoques más compasivos para mejorar la comunicación con el paciente y ayudar a mejorar la confianza en sí mismo.

“Si el estrés contribuye a las enfermedades cardiovasculares en los adultos, tal y como éste estudio señala, es fácil de extrapolar el impacto que el estrés puede causar en los primeros años de vida, cuando a nivel psicológico y biológico la sensibilidad está tan exacerbada en los jóvenes”, concluye Valetín Fuster, editor jefe de la revista JACC.

El Nacional

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