Opinión

Vino y cultura

Vino y cultura

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Ten cuidado de confiar en alguien a quien no le guste el vino.
Karl Marx.

Hipócrates (460-379), a quien la historia señala como el padre de la medicina, incluyó el vino en casi cuatrocientas preparaciones medicinales en sus Tratados medicinales y escribió que “si se administra con tino y medida, el vino es algo maravillosamente apropiado al hombre, tanto en la salud como en la enfermedad”. Desde luego, las preparaciones medicinales de Hipócrates —con el vino como excipiente—, contenían eso que Aldous Huxley, en su novela Brave New World (1932), describió como “una cura para los sentimientos melancólicos”, denominándolo “soma”, al igual que el alucinógeno histórico utilizado por los brahmanes vedas.

Geográficamente, la vid no puede crecer más allá del paralelo 49, porque el frío es enemigo de su crecimiento. Sin embargo, rotas las esperanzas de una vinicultura extensiva desde la Península de Arabia hasta la Mesopotamia (de Sur a Norte) y desde las profundidades de la India hasta el empuje del Sahara hacia el mar (de Este a Oeste) debido a la expansión del Islam, la vid extendió su crecimiento hacia la América tras el descubrimiento y colonización que se inició en 1492, estableciéndose vigorosamente en México, Perú y Chile, entre comienzos y mediados del Siglo XVI; en Argentina a finales de ese mismo siglo, y hacia California a comienzos del Siglo XVII, a pesar de que antes Cortés había realizado exitosos experimentos en esa rica zona.

Son muy pocos los caldos que sostienen su calidad a partir de una sola cepa. La ampelografía, el estudio de las cepas, determina que en realidad son muy pocas las cepas originarias. Las cepas galas, introducidas por los romanos durante la conquista de las Galias (que produjo el gran salto cualitativo de almacenar el vino en toneles de roble en vez de ánforas), han emergido con características muy específicas en sus identidades, pero la producción vinícola del mundo, además de las propiedades de las uvas, atiende la calidad de los caldos, la cantidad y la resistencia a los pormenores climatológicos.

No es preciso ser un conocedor para identificar en los tramos de los liquor stores, supermercados u otros establecimientos que expenden vinos, las denominaciones de origen y los orgullosos impresos en las etiquetas, una disposición que parte del rey Carlos VI, de Francia, en febrero de 1415, el cual fue emitido para precisar y separar del resto a los que eran los mejores vino del mundo en esa época: los borgoñeses.

Es bueno apuntar que el moderno etiquetado de las botellas de vino se debe a Philippe Rothschild, que en 1924 —cuando heredó las bodegas del Château Mouton Rothschild “Premier Cru”— encargó al ilustrador Jean Carlu el diseño de la etiqueta para la producción de aquel año. La appellation controlée fue instituida en Francia en la década de 1930, por los desórdenes producidos por los conflictos políticos y las guerras, los cuales acarrearon adulteraciones, fraudes y una enorme sobreproducción.

El Nacional

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