Opinión

Vino y cultura

Vino y cultura

(y 5)

Si bien la penicilina cura a los hombres, el vino les hace felices.

Sir Alexander Fleming

Sí se sintetiza la evolución de la vid y el vino en la historia de la humanidad, ésta sería así: Las parras y escenas relacionadas con el vino aparecen en un bajorrelieve de Ur (2,500 mil años a.C.); los egipcios introducen el vino en los servicios fúnebres (2 mil años a.C.); se publica el recetario “El Papiro de Ebers” en la XVIII Dinastía egipcia; Ramsés III cultiva su viña en el 1,189 a. C., y desarrolla la cepa Kankomet; el vino pasa a Grecia y se introduce en los juegos sociales o florales, con el nombre de kottabos, consistente en beber vino y lanzar el sobrante hacia un platón suspendido de un poste; Hipócrates solidifica el prestigio del vino en sus Tratados hipocráticos; en la Península Itálica los etruscos introducen cepas del Asia Menor, la primitiva lambrusca una de ellas (Hugh Johnson, El vino: Atlas mundial, 1986).

En la conquista de las Galias (52 a C.), Julio César adapta de los galos el barril de madera para introducir los mostos, un recipiente que ha permanecido inalterable hasta nuestros días; Virgilio (70-19 a C.), en la poesía, y Columela en su tratado de agricultura De re rustica, (Siglo I de nuestra Era), exaltan las prácticas vitivinícolas de la época: plantación, abonado, estaquillo, injertos, amugronamiento, podado y otras (El gran libro del mundo, Ed. Blume, 1979); Hernán Cortés introduce en México la vid hacia el año 1524, cuando —por un decreto— ordena a los colonos españoles plantar diez viñas al año por cada nativo que viviera en la zona (Miguel A. Torres: Viñas y vinos, 1980); la vid se extiende hacia Perú y Chile, en 1541; en Argentina las primeras cepas se introducen en 1566, en Mendoza, y luego en la segunda fundación de Buenos Aires, 1580 (Fernand Braudel, Op. Cit.); de México, la vid sube hasta la Baja California (1769) con Fray Junípero Serra.

En el año 1670, Dom Perignon —un monje benedictino— descubre el champagne, al lograr que los tapones no saltaran, ni las botellas reventaran debido a la presión del gas de la segunda fermentación. Dom Perignon utiliza —para evitar esto— corcho catalán y botellas de vidrio reforzado, arribando así a su descubrimiento, que lo hace exclamar al probar la bebida: ¡Venez vite mes freres, je bois des étoiles! (¡Venid rápido, hermanos míos, que estoy bebiendo estrellas! (Miguel A. Torres, Op. Cit.).

Entre los siglos XVII y XVIII el cultivo de la vid y la producción de vino se extienden a Sudáfrica y Australia, completando su periplo planetario. Pero lo fundamental en la libación del vino es tomarlo como debe ser y sentirlo como una conexión directa con la misma evolución del ser humano, una historia en que cada peldaño narra hitos de asombro que reflejan el sube y baja constante de un existir plagado de tristezas, nostalgias y, desde luego, de inmensas alegrías.

El Nacional

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