Opinión

Violencia y feminicidio

Violencia y feminicidio

La violencia intrafamiliar en su indetenible avance arraiga una cultura de muerte que rompe la armonía al interior de un número no precisado de hogares. Y hay que hablar de desafíos. Muchos hombres violentos hacen resistencia a la ley 24- 97, que sanciona la violencia intrafamiliar. ¿Acaso no es un desafío el número cada vez mayor de feminicidios íntimos? ¿Cómo calificar la acción de matar incluso a sus propios hijos e hijas? ¿No es un desafío el hecho que el escenario esté minado de dirigentes políticos, militares de rangos, funcionarios,  religiosos, profesionales que tienen esta mancha?

 Cuando algunos hombres dicen que la Ley 24- 97  ha hecho daño a las mujeres, añoran ese “tiempo dorado” cuando al hablar de esa violencia se decía que “los trapos sucios se lavan en casa”.  Ahora, muchos se ensañan y enfrentan a la normativa como a quienes deben aplicarla. Es fundamental que las autoridades actúen con apego a lo que se establece en las convenciones internacionales sobre la violencia intrafamiliar y de género.

 A la par de la aplicación de la ley, hay que reforzar la prevención en procura de sensibilizar sobre las causas culturales e históricas de este delito, pues aunque toda ley promulgada se reputa de conocimiento general, en el caso de la 24-97 y las convenciones internacionales, el proceso de capacitación es necesario.

 Obviamente, la aplicación de la normativa es innegociable. 

Hay quienes asumen posiciones ignorando detalles importantes. Ignoran, por ejemplo, que la mujer en situación de violencia doméstica puede estar presa de temor. Casi siempre ella carga con la presión de los abogados y de los familiares del agresor y en muchos casos de sus propios familiares. En el libro “SOS Mujeres Maltratadas” María José Rodríguez introduce un conjunto de señales físicas, psíquicas y actitudinales de una mujer víctima de ese tipo de violencia. Entre las señales de actitud ella cita la tendencia a culpabilizarse y a exculpar a su agresor.

Recientemente, al ser acusado de agresión física, un dirigente político dijo que “la culpa de todo esto la tienen las feministas y las lesbianas”. ¡Válgame el Cielo!

 Es otra manifestación de resistencia a la normativa, de añoranza del tiempo en que la violencia doméstica estaba entre “los trapos sucios que deben lavarse en casa”.

Definitivamente, no podemos volver a ese tiempo, porque, en nombre de un mal entendido respeto a la vida privada, lo que se oculta, en realidad, es la condición de víctima de una persona que, por una razón o por otra, guarda silencio o dice lo que no es cierto.

El Nacional

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