Opinión

VISIÓN GLOBAL

VISIÓN GLOBAL

Hace un par de semanas, uno de los tantos desaprensivos que conducen vehículos en las vías dominicanas cruzó la intersección de las avenidas Independencia y Jiménez Moya con la luz del semáforo en rojo.   El resultado fue una mortal colisión con otro vehículo, el que tenía la preferencia, muriendo allí mismo tanto el infractor como dos jóvenes que ocupaban el automóvil impactado.

 Días después, otro temerario hizo lo mismo en la avenida Abraham Lincoln con Independencia, provocando la muerte de un sargento retirado del Ejército Nacional.

 Hace alrededor de un mes, dos malvados en una camioneta siguieron en rojo en la esquina Luperón y 27 de Febrero, estrellándose contra el vehículo que ocupaba mi familia, la cual afortunadamente salió ilesa, pero el auto resultó con severos daños, mientras los desaprensivos escapaban.

 El año pasado, en esa misma intersección, un irresponsable decidió, a última hora, doblar hacia la 27 de Febrero desde el carril contiguo a la Junta Central Electoral, provocando un triple choque en el cual me vi involucrado.

 Mientras éste huía, tres personas útiles quedaban atrapadas en una colisión que pudo haber sido fatal y que al final nos representó miles de pesos en pérdida.

 Pudiera estar horas narrando situaciones similares que son parte de la cotidianidad desde que las autoridades entendieron, en algún momento, que una violación de tránsito era irrelevante.

 En cualquier país donde la vida humana tiene valor-que no es el caso nuestro-, la violación de la luz roja es calificada como un delito mayor, al  considerarse que quien no respeta esa señal se un homicida en potencia.

 Hemos visto como últimamente la dirección de la Autoridad Metropolitana de Transporte (Amet) ha desplegado un febril activismo contra los infractores de la ley de tránsito.

 Y mucha gente se pregunta: ¿Por qué ahora sí y antes no?

El Nacional

La Voz de Todos