Opinión

Vivencias cotidianas de allí y aqui

Vivencias cotidianas de allí y aqui

 

Intentar controlar la ira y la indignación

Es una ardua tarea. Somos seres humanos y, como tales, nos comportamos aunque, después nos arrepintamos.

La RAE afirma que, la ira e indignación son dos pasiones del espíritu, del ánimo, que provocan indignación, malestar y enfado. Provocan tristeza, rabia y decepción. En algún momento todos hemos experimentado eso dos sentimientos. Son normales y no poco frecuentes. Hay personas que aprender a manejarlas evitando, así, situaciones dolorosas e incluso crueles hasta llegar al punto de cometer un asesinato, como desgraciadamente ocurre muchas veces.

Existen, obviamente, muchas otras que admiten que no saben cómo controlarse. Sin embargo no acuden en busca de ayuda para lograrlo. En numerosas ocasiones estos sentimientos negativos influyen en sus relaciones familiares, amistosas y/o profesionales.

Cuando la ira emerge, pueden acontecer dos cosas. La positiva es que la persona tome conciencia de ello y reaccione antes de que se produzcan malos resultados. Sin embargo, a veces ocurre que si reprime lo que siente puede, asimismo, ser negativo. En ese momento logra tranquilizarse, manteniendo el control. Pero si lo hace diversas ocasiones, el sentimiento se va acumulando, y en un momento dado puede estallar, ocasionando aún más daños.

Una vez que la ira se alberga en el cerebro su ritmo cardíaco se acelera. Esto puede afectar a su salud ya que se debilita el sistema inmunológico, provocando que, en momentos indeseados conscientemente, haga daño también a quienes le rodean.

Es, por lo tanto necesario mantener la tranquilidad, aunque a veces resulta muy dificultoso. Resulta beneficioso contenerse y recapacitar unos segundos, respirar lo más hondo posible, y contar hasta cien si es necesario.

Es una buena opción el retirarse antes de que nos sea imposible el controlarnos. Pensar que, en otro momento, el asunto se podrá arreglar de forma adecuada y calmada. Creo que, el saber que “el otro” tampoco lo está pasando bien, puede ayudarnos. Dejemos que también se tranquilice. Como se dice en España, “Hay más días que longaniza”. Nos alejamos y ya se verá cómo se puede, o no, arreglar el tema. Tenemos la opción de no volver a tratar con esa persona que, de algún modo, nos ha herido y/o indignado.

Mirar hacia nuestro interior y preguntarnos el motivo por el cual nos hemos sentido tan mal es importante. Quizás sea un problema nuestro y no de la otra persona. Tenemos el poder de disolverlo, entonces. Estoy convencida de que a todos nos ha ocurrido alguna vez y hemos olvidado aquello que nos ponía de tan mal humor. En fin, no es una tarea fácil pero sí constructiva.

El Nacional

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