Opinión

Vivencias cotidianas de allí y aqui

Vivencias cotidianas de allí y aqui

Centro de Acogida  Juan Luis Vives III

 

-Aparte de registrarle a uno, cada vez que sale, también le hacen la prueba de la alcoholemia, vengas borracho o no.- continuó.
-Si quieres pasar alguna noche fuera con tu familia, tienes que pedir permiso al Asistente Social, lo que no garantiza que te la concedan.-
-En los “bunkers” (porque son auténticos “bunkers” por el aspecto que tienen) no dejan que cierres la puerta de tu habitación por dentro. Esto conlleva un auténtico peligro ya que, de noche podría entrar cualquiera para robarte o violarte.-

-En la mayoría de las ocasiones, cuando alguien viene a buscarte, no suelen decírtelo. Hay que estar pendiente de la entrada porque, como ya he comentado, no dejan entrar a nadie en el recinto.-

-Existe un rechazo especial e incomprensible hacia los hombres. Llegan a intentar fomentar el lesbianismo. Yo soy de la idea de que cada uno viva su vida como quiera. Pero de ahí a que pretendan que uno se vuelva lesbiana sin haberlo deseado, me parece una barbaridad.- pronuncié yo.

-Además…- continuó la mujer -tienen rechazo a que hagamos amistad entre nosotros, los internos. La expresión de su cara nos lo revela. Es como si tuviesen miedo a que, por la forma en la que nos tratan, se formara un motín. Y creo que eso es lo que debería ocurrir, si es que, en el futuro, no sucede…-
-Muchas de las que nos “cuidan” ponen buena cara por pura hipocresía, para que cojamos confianza. Pero no, no se puede uno fiar de ninguna. Hay una “señora” que es especialmente desagradable. Tiene una expresión de asco y de amargura que da miedo. Y, si pudiese, nos negaría cualquier cosa. Nunca habla bien a nadie… La maldad le sale por los poros…-

Queridos lectores, podría eternizarme en este relato. Pero tengo intención de, con todos los datos que voy recaudando, escribir un libro sobre ello.
Sólo decirles que, después de disfrutar de esas dos cañas de cerveza, volví a comprar a la señora, que quería negarse a ello pues decía que ya bastante había hecho yo por ella.

Adquirí media docena más de aquellos magníficos y coloridos pañolones, con la intención de regalar alguno a mis amigas.
Ella se alegró pero le resultó imposible disimular la tristeza en sus ojos y el cansancio que sabía que iba a sentir para regresar a aquel sitio tan desagradable a todos los niveles.

Me despedí prometiéndole que volvería a buscarla y a comprarle. Ella me contestó –Pero hija, ya has hecho bastante…-
Yo le respondí –Nunca se hace lo suficiente por nuestros congéneres…-

Esta vez a ella se le volvieron a salir las lágrimas de los ojos pero me alegré de haber logrado de que, por un instante, esas lágrimas fueran de emoción y un poco de alegría.

El Nacional

La Voz de Todos