Opinión

Vivencias cotidianas de allí y aqui

Vivencias cotidianas de allí y aqui

En numerosas ocasiones ocurren cosas que nos disgustan, nos afligen, nos descomponen la vida, y nos preguntamos  por qué suceden. A veces tratamos de luchar en contra de ellas. Pero he podido comprobar que, la mayoría de esas veces, dichas cosas son necesarias, aunque, en un primer momento, no podamos percibirlo así. Tiene que transcurrir el tiempo para tomar consciencia de lo que esos desagradables acontecimientos nos estaban aportando.

Yo soy creyente en Dios, el Universo, o como se le quiera llamar. No soy agnóstica pues la propia vida me ha ido demostrando que existe “algo” muy poderoso que está por encima de nuestras creencias humanas.

Como escribí en mi primer libro publicado, hubo un tiempo en el que hasta intenté ser atea. Pero, cuando uno aprende a sumar y a restar, por más que se empeñe, es imposible olvidarlo. Respeto, empero, los dogmas de otras personas. Es su decisión y, como liberal que soy, y sigo definiéndome, no intento imponer nada a nadie, por más convencida que esté de ello. La democracia también se vive en la intimidad del hogar. A mis hijos les doy, ya de adultos, por supuesto y como madre, consejos. Pero siempre les he dicho que éstos son regalos. Uno puede hacer con ellos los que le plazca: guardarlos en el armario de su memoria, utilizarlos en alguna ocasión que consideren conveniente, dárselos a otra persona, olvidarlos en el desván del subconsciente, etcétera.

Desde hace unos años, estoy viviendo situaciones realmente difíciles que, cuando era más joven y gozaba de más brío, afrontaba con fuerza y determinación, aunque doliesen. Ahora, a mis sesenta años, lo que antes, aunque pesado, podía ser llevadero, se va convirtiendo en insoportable, algunas veces. El día 15 pasado fue uno de esos  en los que decidí poner todo en manos del Todopoderoso pues, mi pobre y humano ser, no se sentía capacitado para resolver nada. Eso no es una  tarea fácil porque el ego siempre te está recordando el/los problema/s que estás viviendo. Pero he podido comprobar que, cuando esto acontece, es mejor dejar pasar “ese día”, fluir y confiar en la sabiduría que puede aportar el siguiente.

Las decisiones precipitadas en las que uno puede caer, por desesperación, suelen ser negativas. Uno cree, en ese momento, que es el mejor camino. Piensa que no existe otra senda. “Los árboles tapan el bosque”, reza un conocido refrán español. Es decir que, en ocasiones, es mejor alejarse para ver su frondosidad. Si nos damos ese espacio, nos concedemos la perspectiva conveniente. Este es un hecho que se repite constantemente.

El “Tenía que haber hecho, o no, tal cosa”, el “Tenía que haberlo pensado antes”, es algo muy común que podemos escuchar en cualquier conversación del día a día. “Si hubiese tenido paciencia”, “Si no hubiese dicho nada”, “Si hubiese hablado claro o me hubiese negado” y un largo y similar etcétera, es producto de esas decisiones tomadas en el momento en el que la vida nos está indicando que la dejemos manar y  que abandonemos la lucha. El motivo de ello no lo conozco. Y es muy probable que abandone el mundo sin haberlo conocido.

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