Opinión

Voces y ecos

Voces y ecos

Una muerte no puntual

Es la muerte  el hecho más  natural, más  sabido y definitivamente más inevitable, pero no obstante,  estremece  y duele   cuando ocurre  en  nuestro entorno.  Es que   el ser humano, dotado como ninguno de razón y sentimiento,  quizá no puede resignarse tan sencillamente a la idea de una mutación tan radical, como la que implica el fallecimiento de un ser querido.

 Ella  siempre ronda,   siempre busca dónde posarse y  suele ser caprichosa en sus escogencias. Se antoja a menudo de los menos indicados. Por  una  de esas actitudes arbitrarias  de la muerte, la comunidad periodística ha exhibido  crespones luctuosos. Le dio con arrancarnos a Víctor Méndez la noche del viernes cinco, en un fatal accidente hogareño. Era mi compueblano, colega y amigo y en consecuencia el golpe me toca hondamente. Pero  la pérdida no es menor para la sociedad dominicana a la que se   ha  desprendido un miembro útil y esencialmente necesario.

Méndez ejerció el periodismo durante más de 30 años. Y fue periodista por decisión propia, por mandato de una clara conciencia de servicio social. No ingresó a esta profesión por accidente ni por estudio forzoso en una universidad. La vocación y la voluntad se impusieron para convertirse en un profesional completo.

 En el  caso de Méndez se tipifica como antojadiza la acción de la muerte, porque nos  ha privado de un hombre de bien,  en plena capacidad de trabajo. Pese a su inexorabilidad, -o quizá por eso- la  muerte  provoca   reflexiones, motiva  interrogantes y ocasiona  huecos  en el alma que duelen profundamente.

  “Nuestras vidas son ríos que van a dar al mar, que es el morir”, ha proclamado el poeta Jorge Manrique, a  quien el impacto por la muerte de su padre le motivó  hondas cavilaciones sobre este poderoso fenómeno, cuya llegada resulta un instante  crucial y es  la ocasión más indicada para  comprender la inutilidad  de las cosas y    mejor apreciar   el valor de las personas.

Nadie escapa al conocimiento de  nuestra transitoriedad por la vida. No obstante, tampoco nadie escapa a un estremecimiento del espíritu  cuando  un ser querido  es llamado al más allá. Se requiere el paso del tiempo, que todo lo cambia, para que el olvido comience a funcionar como reconstituyente de la tranquilidad.

La  inesperada  muerte trágica de Víctor Méndez   ha sumergido  en el  espanto a  quienes lo hemos palpado de cerca. La sociedad dominicana tiene que lamentar  la ausencia forzosa de  un hombre cuyas ideas significaban  fajos de luces  en este ambiente tan oscuro en que transitamos. Méndez se ha adelantado al viaje del que todos tenemos reservación segura.  Nos asiste la esperanza de que su espíritu disfrute de un privilegiado descanso cerca del Señor.

El Nacional

La Voz de Todos